restos entumecidos.

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—¿Qué sorpresa, Max?

Max sonrió, su rostro acercándose al mío.

—Te dije que tenías que esperar a después de la carrera.

Solté un suspiro, poniendo una distancia entre nosotros. No entendía qué me pasaba últimamente. Llevaba días sintiéndome nerviosa, como si tuviera que tomar una decisión y ninguna de las opciones me gustaba.

—Max, estoy demasiado agobiada. Tengo muchas cosas en la cabeza, por favor, no guardes secretos.

El cansancio se apoderó de mi voz, haciendo que la expresión de Max se suavizara. Acomodando un mechón de mi cabello, los ojos del piloto conectaron con los míos. —Estaba pensando... podríamos ir de vacaciones juntos. Sin importar el resultado.

Mi corazón dejó de latir por unos segundos, de la misma forma que dejaba de hacerlo cada vez que Max no estaba conmigo. No era idiota, sabía los sentimientos que había entre nosotros. También sabía que era algo temporal. Max nunca había estado durante mis crisis, no me permitía romper delante de él. Irnos de viaje juntos significaba cambiar todo eso. Las alertas volvieron a gritar en mi mente, tratando de alejarme de él, pero simplemente no podía. No cuando el azul de sus ojos me llamaba de la misma forma que lo hacía la nieve cuando sentía que me derretía.

—Está bien. Pero con una condición.

Los ojos del rubio se iluminaron, achicándose debido a su sonrisa. —Lo que tu quieras, Lia. Tu eres la que decide.

—Si tú ganas, eliges el lugar. Si gana Lewis, elijo yo.

—Trato hecho. Prepárate para ir a Países Bajos.

—Hace calor en Argentina, te recomiendo armar la valija después de perder.

‧˖✼˖‧

—¡No, Michael, no!

—Se llama correr, Toto. Lidia con eso.

Los gritos de todo el equipo me prohibieron pensar, mis oídos zumbando cada vez más. El austriaco golpeó la mesa con los auriculares, viendo como Max ganaba el campeonato en la última vuelta.

Mi estómago se revolvió, el orgullo y la derrota formando una guerra que me ahogaba. No sabía qué hacer, así no tendría que haber sido la última carrera. Una de las mejores temporadas de los últimos años, tirada a la basura por malas decisiones de la federación.

De alguna manera, logré levantarme de la silla y caminar hasta donde se agrupó el resto del equipo. Mi mirada se enfocó en Lewis, incapaz de descender del monoplaza mientras Red Bull gritaba y festejaba enfrente nuestro.

Un ingeniero golpeó mi hombro, haciendo que mi mirada se alejara de Max sobre el pedestal del primer puesto. No podía evitar el orgullo que sentía, sabiendo lo mucho que luchó para lograr esto. La culpa logró consumirme justo en el momento que su himno comenzó a sonar. Lewis logró aguantar el podio, su mirada completamente desenfocada. Junto con la ayuda de Ángela y el padre de Lewis, logramos arrastrarlo hasta el hotel. Aunque tuvimos que empujar a algunos periodistas, salimos del paddock lo suficientemente rápido.

—Lewis, por favor... Di algo.

Arrodillandome delante suyo, tomé sus manos en las mías. Sin poder controlarlo, mi cerebro comenzó a pensar en cómo se sentirían las del nuevo campeón en estos momentos.

—No se que decir. Creo que... todavía no lo procese.

Los ojos del piloto conectaron con los míos, causando una puntada en mi corazón. Lewis, una de las personas más positivas que conocía, se había convertido en un recipiente vacío, su alma demasiado quebrantada como para asomarse por sus ojos. Angela tocó mi hombro, para pasarme mi teléfono. Alejándome un poco de Lewis, lo desbloquee. La pantalla reflejaba el nombre de Vettel, encandilándome en la tenue habitación.

doomsday | max verstappenWhere stories live. Discover now