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Rosalie

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Rosalie.

Me duele la cabeza. Mucho. El idiota tiró de mi cabello con tanta brusquedad que me duele horrible. Me zumba el cuero cabelludo; me hormiguea incluso hasta la nuca. Para distraerme —aunque sea una muy mala idea dada la situación— observo a mi alrededor. De inmediato capto la música clásica; piano y otra cosa más se escucha muy bajito en el coche. Hay un leve olor a sangre —quizá de Billie—, pero también un agradable aroma a lavanda que enmascara lo demás.

La mano de Billie sostiene la mía con firmeza, pero me fuerzo a no verla. Me revuelve el estómago. La última vez que la miré su pómulo estaba hinchado y el ojo lo tenía casi cerrado. Nadie se molestó en pasarle un pañuelo y la sangre seca aún estaba visible en la mejilla y se perdía en medio de su escote. Creo que tiene un hombro dislocado; no estoy segura, pero tal vez tenga una costilla fracturada porque se sostiene el costado derecho y respira muy rápido...

Pero no soporto la idea de que sufra sola y la miro.

—¿Estás herida? —pregunta con los ojos cerrados y los dientes apretados. Me sorprende que aún pueda hablar con tanta claridad.

—No-no —tartamudeo, con los nervios causando que mi lengua no funcione correctamente.

Creo que no podré caminar. Todo esto es nuevo: la sangre, los disparos, secuestros…

Billie arquea el dedo índice, indicando que me acerque. Lo pienso por unos segundos en lo que miro hacia los asientos delanteros. Solo dos tipos nos protegen; tienen armas y parecen ser los líderes. Frente a nosotras hay una camioneta más, tal vez custodiando el camino por si alguien quiere rescatarnos.

Me acerco a Billie aprovechando que uno de ellos está texteando —o llamando por teléfono—, mientras que el otro mantiene la mirada fija en la calle.

—Cuando nos detengamos, necesito que corras. ¿Entiendes? Muy rápido. Sin mirar atrás. —Mi garganta se cierra y ella aprieta mi mano con firmeza, presintiendo que entraré en pánico y negaré—. Busca un local con personas. Pide prestado un teléfono y espera a que Liam o Rory vengan por ti.

—¿Qué pasará contigo? —susurro al borde de las lágrimas.

Nunca había probado lo que era pertenecer a una familia de mafiosos como hoy. Tenía guardias, era vigilada, protegida, jamás estuve tan expuesta o pasé un trago tan amargo.

—Haré lo mismo. Pero no me detendré por ti, ¿entiendes? Si veo la oportunidad de correr lo haré. Necesito que me prometas que harás lo mismo.

Mi corazón martillea con tanta fuerza y velocidad que me dan ganas de toser, además de balancear mi muslo de un lado a otro.

—¿Por qué estás segura de que podremos escapar?

No responde, sin embargo, respira hondo y chasquea la lengua, intuyo que de dolor. Está muy, pero muy malherida. Creo que necesita un doctor. Aunque ella se lo buscó. Si se hubiera quedado tranquila creo que la habrían dejado ir como a las demás…

Herederos de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora