25.

455 41 1
                                    

Rosalie.

Trato de poner mi mejor puchero y los ojos tan llenos de lágrimas como sea posible. No necesito demasiada persuasión para ver que Billie está a casi nada de ceder.

—¿Por favor? Se que quieres hacerlo pagar. Te apoyo en secreto, tú lo sabes. Pero mi matrimonio ni siquiera ha empezado, Billie. ¿Puedes darnos tregua por esta noche? —ruego, incluso juntando las manos en forma de plegaria.

—Lo haré. Por ti.

Chillo contenta, al mismo tiempo que mis manos rodean su cintura. Ella es una cosa pequeña que me llega a las tetas, pero siento que encajamos tan bien como amigas.

—Gracias. Gracias. Eres la hermana que siempre quise.

—Me harás llorar, Rose. Parece que he expulsado litros de agua por los ojos… Ni hablemos de la cantidad de pis que sale por la uretra…

—¿Eres así siempre? —pregunto divertida.

—No. Solía ser suelta con la lengua, pero no tanto. El embarazo ha jodido mi cerebro —gruñe con molestia—. Así que el invertebrado está ganando terreno aquí —asume, llevando su dedo a su sien.

—Tú lo dijiste, no es mala persona. Y es guapo…

Billie finge que hace arcadas. Le doy un empujón en broma y ella se ríe de mí.

—No lo es. Y si le importas es igual de leal que Liam. Es un animal de dos patas, pero leal… Podríamos compararlo con un perro…

—¡Billie!

—Está bien. De verdad deseo que las cosas fluyan, Rose. Él no quiere sentir que está presionando. Es importante para Rory que las cosas fluyan.

Suspiro para deshacerme de los nervios, pero mi corazón late incluso más rápido. Quiero avanzar. Quiero llegar muy lejos.

No era nuestra primera cita, pero se sentía como si lo fuera. Los nervios, el dilema de la ropa, la angustia, todo eso lo viví durante la tarde.

Pasó a buscarme al piso que era de Billie, y le pregunté por qué no unir ambos pisos. Se congeló cuando mencioné que de tener niños su apartamento era muy pequeño.

—Niños. Vaya. Empezamos a hablar antes de hacerlos —contestó con un toque de aprensión.

—¿No te gustan los niños?

Mordió su labio inferior, lo que me pareció condenadamente sensual.

—Jamás lo pensé. Boda, esposa, niños, responsabilidades, nada de eso. Apenas aterrizo en la idea de que estoy casado… —confesó, presionando el botón para llamar al ascensor—. Pero debería darle una oportunidad al tema… —agregó con fingida naturalidad. Quiso hacerme creer que no le importaba el asunto, pero su mandíbula tensa me daba otra idea.

—No los tendremos mañana, Rory —aclaré con una sonrisa tranquilizadora—. Pero es bueno hablar de si queremos niños. Si viviremos aquí o tendremos una casa a las afueras de Manhattan. Esas cosas.

Él se echó a reír al mismo tiempo que negaba.

—Lo sé. Es que todo va muy rápido. Ni siquiera nos conocemos muy bien. Y tú eres… —Cerró la boca de golpe, eliminando el suspiro—. Estoy un poco inquieto. Lo siento.

—Así que, ¿qué veremos? —cambié la conversación con la esperanza de relajarnos.

—Liam aconsejó que viéramos lo que tú quisieras.

Traté de no sonreír ante la idea de dos mafiosos hablando de una cita. Sería épico escucharlos.

—Soy más de ver series. Pero si tiene acción, lo acepto.

Herederos de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora