⁞ Capítulo 1: El grimorio de Ilan ⁞

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Ilan siempre se había considerado un ser de la naturaleza

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Ilan siempre se había considerado un ser de la naturaleza. Desde pequeño había preferido pasar el tiempo al aire libre antes que encerrado en su casa y buscaba cualquier excusa para salir a pasear bajo el sol o bajo la lluvia si era necesario. Sobre todo le hacía muy feliz las excursiones a la montaña que solía hacer con sus padres. Aunque más tarde se separaron y todas esas maravillosas y divertidas salidas finalizaron de golpe. De cualquier modo, hacía ya mucho tiempo de todo eso, quince años casi. La vida de Ilan había cambiado una barbaridad. Ahora formaba parte de la Guardia de Élite de la Alianza y ya no tenía tiempo para excursiones con papá y mamá de aquí para allá como cuando era niño.

Cargar con las responsabilidades que ostentaba el título de Guardián del Bosque, aquel que le concedió en su día la Princesa Chloé, y por ende miembro de la Guardia de Élite, le había llevado a descubrir cosas de él mismo que antes ni se lo hubiera imaginado. Por ejemplo, durante estas últimas semanas se había pasado el tiempo encerrado en el Castillo Real de Sandolian descifrando un antiguo grimorio que su amiga y compañera de trabajo, Marina, La Princesa Errante, encontró hacía un par de meses en una misión. Y no lo hacía porque fuese su obligación; le gustaba invertir su tiempo así.

Sin embargo, eso no quería decir que no adorara también aprovechar el día al otro lado de las murallas. Deambular entre la naturaleza de las Tierras de Sandolian le curaba absolutamente todos los males que le atormentaran: un mundo verde, lleno de vida y color. De hecho, ese era uno de los motivos por los que se sentía tan feliz viviendo en El Castillo Real, situado en lo alto de una montaña y cubierto por hiedra y flores blancas; una preciosa fortaleza al borde del abismo cuyo acceso solo era posible a través de traicioneras cuevas y el cielo despejado.

El hogar de Ilan siempre había sido humilde, pero cuando pasó a ser un Guardián se vio en la tesitura de trasladarse a la vera de la familia real de Sandolian y, la verdad sea dicha, no podía quejarse: el castillo poseía un entorno y vistas maravillosas. También era una agradecida fuente de calma y tranquilidad.

Solía refugiarse en un pequeño cuarto que la Reina Flora había tenido a bien cederle. Apenas había espacio para un escritorio y una estantería plagada de libros de botánica, historia e idiomas de los reinos de La Alianza, aunque Ilan se las había ingeniado para meter numerosas plantas que daban un toque decorativo perfecto a la sala y le recordaban al ambiente natural y silvestre que tan confortable le hacía sentirse. Últimamente pasaba muchas horas en esa diminuta habitación para descifrar el grimorio de Marina, complejamente codificado pero poseedor de una barbaridad de información interesantísima. De ahí había sacado dos utilísimos hechizos: las sales de viaje y la recarga de talismanes, ambos de gran eficacia y comodidad.

La noche en que todo se desató, Ilan no podía parar de tomar notas y leer el enorme libro de hechizos una y otra vez. Estaba escrito en una lengua poco conocida y tras dos meses de enormes esfuerzos, creyó que estar a punto de descubrir un nuevo encantamiento.

Sentado de forma bastante incómoda y perjudicial para la espalda mientras analizaba cada símbolo dibujado en el viejo papel, un desagradable y chirriante ruido rompió el silencio. Alguien había abierto la puerta contigua a la de su cuarto. La situación pilló a Ilan tan de sorpresa que sintió que su concentración se escapaba. 

Los Primordiales: Gotas de esperanzaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt