⁞ Capítulo 7: El ataque de las sombras (II) ⁞

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Durante un instante Kai se sintió perdido en un océano de emociones que jamás había experimentado: melancolía, asombro, interés y serenidad

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Durante un instante Kai se sintió perdido en un océano de emociones que jamás había experimentado: melancolía, asombro, interés y serenidad. Permaneció quieto, observando el porte real de la Princesa Errante, parcialmente incorporado sobre el suelo, con la capucha cayendo sobre su espalda y dejando al descubierto una mata de pelo negro como la noche. Estaba desarmado y la espada plateada de la primordial apuntaba a su corazón.

—¿Por qué Lumiel? —cuestionó la joven—. ¿Por qué la Casa Borgoña? ¿Por qué os mostráis ante la Guardia de Élite precisamente esta noche?

—Me pesa reconocerlo, mi princesa, mas nunca fue mi intención dejarme ver —reconoció el chico de ojos claros—. Vos me descubristeis.

Marina le escrutó fijamente. Esperaba una firme oposición de su adversario, pero se estaba topando con cortesía y sinceridad. No sabía si detrás de sus palabras se escondía una argucia o si realmente le había arrancado una confesión con su mera presencia.

Desplazó la hoja sobre el tapabocas de Kai y con facilidad cortó uno de los agarres. El rostro del chico se reveló en su plenitud, mostrando el aspecto atractivo de un joven pálido de facciones duras. Una dramática cicatriz recorría parte de su cuello y sobre ella vio dibujada una runa negra que Marina no supo traducir.

—¿Por qué atacasteis Lumiel? —inquirió de nuevo.

Kai parpadeó un par de veces y despertó de su letargo de incomprensión. Su aspecto confuso se convirtió en una sonrisa de suficiencia y agachó un poco la cabeza. Ante el cambio de actitud, la Primordial del Mar apretó su arma contra él, amenazándole tácitamente.

—Mi princesa, me sorprende vuestra necia pregunta... —dijo en un tono lastimero—. ¿Es que todavía no habéis visto a dónde conduce el mapa de la Diosa Serina?

—Que seas siervo de la oscuridad ya te hace repelente, pero si encima hablas como un patético listillo, no interesará mantenerte con vida ni para derrotar al Reino de las Sombras... —murmuró Enya levantándose del suelo con dificultad.

Marina miraba a su oponente. Entendía que el grimorio, los tatuajes de Ilan y el ataque estaban conectados. Retuvo todo lo que había dicho Kai, palabra por palabra, en su memoria con la intención de analizarlo en el futuro. También se cuestionó por qué había sido capaz de presentir al joven desde Velentis, aunque consideraba esa incerteza lo menos importante dadas las circunstancias.

—¿Qué hacíais oculto en la Casa Borgoña?

—Ay, mi princesa... —Kai ladeó la cabeza y dejó la frase a medias divertido. Era horrible darse cuenta de que él sabía más que ellas.

—Qué tío más insoportable —bufó Enya de pie tras Marina—. ¿No podemos matarlo ya? No dirá nada, es el hijo del condenado Monarca de la Noche...

La Guardiana del Rayo expuso todos los motivos por los que Kali debería morir. La luna llena se alzaba sobre ellos e iluminaba sus cuerpos, dejando proyectado sobre el balcón la silueta negra de sus sombras. La Princesa Errante tardó un momento en darse cuenta de que aquellas ya no eran una copia de sus posturas, sino que empezaban a agrandarse y a moverse con vida propia. Interrumpió a Enya justo a tiempo para ponerse en guardia, pero su ligero despiste permitió que Kai escapara. El Príncipe se convirtió en humo otra vez y reapareció de pie sobre la barandilla del balcón, a varios metros de ellas, sujetando su espada recién recuperada y señalando con orgullo las paredes de la Casa Borgoña.

Los Primordiales: Gotas de esperanzaWhere stories live. Discover now