⁞ Capítulo 5: La habilidad de Bianca ⁞

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Diecisiete años atrás el Rey Darco invadió Las Tierras de Meridia, la Princesa Marina abandonó su hogar y el Príncipe Dimon de las Tierras de Pyros murió luchando contra los siervos de la oscuridad

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Diecisiete años atrás el Rey Darco invadió Las Tierras de Meridia, la Princesa Marina abandonó su hogar y el Príncipe Dimon de las Tierras de Pyros murió luchando contra los siervos de la oscuridad. Pero también, diecisiete años atrás, aparecieron cuatro milagros: los llamados Primordiales, guerreros portadores de magia divina.

Abatidos por la trágica derrota contra el Reino de las Sombras, los reyes de La Alianza suplicaron ayuda a los dioses. El poder de los tres reinos no era suficiente para enfrentar al Monarca de la Noche, que había sido bendecido por el Dios Ombra y su oscuro poder. Así pues, rogaron a sus deidades un milagro, algo con lo que poder hacer frente a su temible adversario.

Como respuesta a sus plegarias, los dioses obsequiaron a los jóvenes príncipes de cada reino con magia divina: Los Cuatro Primordiales.

Wayra jamás olvidaría el día en que el Dios Valeón le eligió. Era pequeño, acaba de cumplir ocho años, y no comprendía la crisis que se vivía en Eletern. Sus padres, el Rey Vend y la Reina Wina, hablaban de una guerra que no podían ganar. Mencionaban a unas horribles sombras compuestas de humo denso que se aparecían en las noches y masacraban a los desafortunados que se topaban con ellas.

El primogénito de los reyes de Velentis estaba aterrorizado. Todo el mundo decía que su destino era luchar contra aquellas horripilantes criaturas a las que ni siquiera sus padres eran capaces de derrotar. Él no quería hacerlo porque sabía que no tendría éxito. No quería morir como el Príncipe Dimon, a quien siempre había admirado, mas sabía que era su deber combatir y tenía miedo.

Una noche escuchó truenos partiendo el cielo y rebotando en un eco infinito. En el exterior de la Fortaleza de Marfil, hogar de la familia real, una tormenta amenazaba con arrancar a su paso cualquier cosa que se interpusiese en su camino. Wayra salió de su cuarto buscando a su hermana Sira. Quería protegerla. Pero de repente un ventanal de cristal se partió en mil pedazos y el viento del norte entró en el interior de la fortaleza llevándose consigo al pequeño príncipe.

Wayra voló en círculos, arrastrado al interior de un inminente tornado. El viento le zarandeó, le hizo perder la noción de la realidad. No sabía cuánto tiempo hacía desde que le arrancó del suelo, pero le pareció una eternidad. No sabía adónde le estaba llevando, pero comprendió que muy lejos. Sintió que iba a morir y rezó suplicando una segunda oportunidad.

«Ahora ves la magnitud de mi fuerza» dijo una voz profunda en su mente. «¿Crees que el Monarca de la Noche tendría una oportunidad contra este temporal?».

Wayra ni siquiera sospechaba que el Dios Valeón pudiera estar dirigiéndose a él. Sin embargo, tenía clara una cosa: la tormenta era imbatible. El poder de los cielos era infinito.

—¡No! —respondió.

De pronto el viento le depositó en el suelo. La fuerza que le empujaba se detuvo y el ruido ensordecedor del temporal cesó. El niño miró hacia todas partes queriendo entender qué ocurría. No lloraba, no chillaba pidiendo el auxilio de sus padres. Simplemente admiraba maravillado ese fortuito acontecimiento de la naturaleza presintiendo que se hallaba frente a una divinidad.

Los Primordiales: Gotas de esperanzaWhere stories live. Discover now