⁞ Capítulo 14: Los reyes de La Alianza ⁞

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El cielo estaba encapotado

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El cielo estaba encapotado. Una uniforme y grisácea nube recorría Faerian, la capital de Sandolian, de extremo a extremo. La Princesa Chloé permanecía estática en la entrada norte del Castillo Real, con las manos agarradas tras su espalda y moviendo ligeramente los pies en señal de impaciencia. A su lado, la Reina Flora se mantenía en la misma postura pero más serena. Alrededor de ambas se extendía una formidable congregación de nobles que esperaban ansiosos la llegada de los más grandes invitados que Sandolian podía recibir: la Guardia de Élite y los reyes de Pyros y Velentis.

Se escuchó una vocecita toser discretamente y Chloé esbozó una escueta sonrisa. Bastaban un par de gotas de lluvia para que Ilan se constipase. El guardián se sentía cansando de estar de pie y balanceaba el peso de su cuerpo de lado a lado, sin molestarse en ocultar su descontento. Vestía un atuendo algo exagerado, pues la manga larga de su blusa verde oliva, el cuello alto y los guantes a juego tenían como auténtica finalidad esconder las runas que impregnaban su piel morena.

Volvió a cambiar el peso a la otra pierna y bufó. Ante él, la princesa miró al cielo. Ni rastro de hipogrifos ni dragones, aunque empezaba a ser evidente que la lluvia se les echaría encima como una cascada en cualquier momento. Chloé secundó el bufido de Ilan discretamente.

—Ya están aquí.

El murmullo de la reina fue imperceptible para todos menos para su hija. La soberana de Sandolian lucía un sencillo vestido largo con estampado de lirios. Anudada al cuello descendía el inicio de una sublime capa verde esmeralda cuya capucha ocultaba parcialmente su ostentoso cabello rosa. La reina miró a Chloé y le sonrió con cariño. La Primordial de la Tierra tenía el cabello rizado, rebelde y marrón como el de su difunto padre. No obstante, aquel par de orbes verdes como las praderas, eran herencia de su orgullosa progenitora.

Cuando Chloé pretendía preguntarle a qué se refería, el primero de los hipogrifos atravesó la nube como un rayo y planeó sobre las cabezas de la corte sandoliana en un vuelo elegante y admirable. Las patas traseras de corcel y las delanteras de águila tocaron tierra bruscamente justo delante a la propia princesa. Entonces pudo ver que era Wayra quien lo montaba. Él sonrió de medio lado, elevado sobre las plumas grises del ser mágico, y agachó la cabeza en una ligera reverencia. La gente aplaudió encantada con el espectáculo y Chloé respondió a la osadía de su novio con una risita divertida.

—Bienvenido a Sandolian, Príncipe Wayra —dijo la Reina Flora, recordándole su presencia al invitado.

El Primordial del Viento desvío su mirada de la de Chloé y descendió de su montura. Se arrodilló ante la soberana y agradeció su invitación.

—Es un honor estar aquí, Alteza.

Segundos después, una oleada de viento removió su cabello negro: en el cielo aparecieron una decena de hipogrifos más volando sobre todos los presentes.

Las muestras de poder y grandeza eran constantes entre las altas esferas. Daren y Sira aterrizaron los siguientes, uno a cada lado de Wayra, inclinándose ante la presencia de la nobleza sandoliana y dirigiendo un saludo a Chloé con una seriedad impropia de su verdadera relación. Todos querían dejar patente su coraje, su fuerza, su poder. Ese día no eran compañeros, si no representantes de sus respectivos reinos.

Los Primordiales: Gotas de esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora