2 ~Dura vida, Príncipe.

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Avery desde pequeño siempre fué un lindo e inteligente niño, que amaba las plantas, las rocas y sobre todo el frío.

Wendlin, no era su ciudad natal, ya que su padre, había terminado allí a raíz de una épica batalla que lideró con una bruja, por lo qué al destruirla a esta, decidió quedarse en esta cuidad para siempre.

Avery no era cualquier chico, sino que él era el príncipe de la ciudad de las hadas y su padre el rey que gobernaba con rectitud y armonía, juntos escondieron un secreto, que nunca pensaron revelar al mundo.

Dimitrius, educó perfectamente a su hijo, con algunas gotitas de dolor y otras de inquietante frustración, se dedicó por completo a su pequeño, lo protegía a capa y espada, de todo aquel que intentara lastimar y revelar la identidad de este.

Avery siempre se preguntaba porque tenía que esconder su figura ante todos, sin saber que se debía, a lo que aconteció un año antes de que el naciera, entre una criatura oscura y su padre.

El rey con los poderes mágicos de le había otorgado su raza, hizo caer una cúpula para encerrar a él mal en ella, todo salió como se había calculado, la oscuridad quedó encerrada en la cúpula, pero antes de esto, ocurrió algo que el monarca de Wendlin nunca creyó.

Aquella bestia oscura que solo cargaba consigo, caos y desgracias lanzó un terrible conjuro, la madre de Avery iba a morir cuando su pequeño naciera y el muchacho acarrearía una maldición con el, ser idéntico a el radiante del sol, pero un día iba ser quemado vivo por este.

Así como existía la contraparte del agua, el fuego.
La contraparte del blanco,el negro y la contraparte del ying, el yang, también existía un chico que era, la contraparte de Avery.

Dos jovencitos que además de nacer en la misma hora, del mismo día y del mismo año, portaban en su interior dos míticos poderes, con los que podrían destruirlo todo, pero que al no saber casi de su existencia, ni saber dominarlos, venían a ser como personas normales, pero con una identidad oculta cada uno.

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El castillo resonaba con el sonido de la celebración. Los colores vibrantes decoraban cada rincón, y la alegría llenaba el aire. Era el cumpleaños de Avery, y el pueblo había organizado una fiesta magnífica en su honor. Los invitados se reunieron en el gran salón, expectantes y emocionados por lo que estaba por venir.

Mientras la fiesta estaba en pleno apogeo, los cielos se oscurecieron de repente. El sol y la luna compartían el escenario celestial, eclipsándose simultáneamente en un espectáculo asombroso que dejó a todos sin aliento. La luz se desvaneció rápidamente y dio paso a una oscuridad profunda que envolvió el castillo.

Avery, con sus ojos brillantes y su corazón latiendo con fuerza, sintió una energía especial recorrer su cuerpo justo en el momento del eclipse dual. La emoción de la fiesta y el amor de aquellos que lo rodeaban le dieron un impulso inimaginable. En un destello deslumbrante, su poder se manifestó ante todos, justo cuando los cielos volvían a brillar con intensidad.

La habitación se llenó de luz resplandeciente, y los presentes quedaron boquiabiertos ante la magnificencia del momento. Sin embargo, mientras el poder de Avery alcanzaba su cúspide, los efectos del eclipse dual provocaron una reacción inesperada en su cuerpo. Un maremoto de energía lo envolvió por completo, sumiéndolo en un estado de inconsciencia mientras la luz mágica se desvanecía lentamente.

Los murmullos de asombro se extendieron como un rumor por todo el salón, mientras los corazones palpitaban al ritmo del caos mágico que acababan de presenciar. Era un momento que quedaría grabado en sus mentes para siempre, un instante en el que lo imposible se volvió real. Y en ese destello de poder seguido por la oscuridad, Avery descubrió la fuerza que llevaba dentro y el impacto que tendría en su destino.

El rey tenía conocimiento de quién era la que sabia lo que pasaba, llevó a su hijo ante la hada más antigua de todas, quien conocía todo hasta lo más mínimo, aunque esta tenía un defecto y era que no poseía la mayo magia de todas y por lo cual frente al mal, ella solo podía retirarse para evitar así, no quedar incinerada.

El gobernador puso a su pequeño ante un árbol, con cuidado lo colocó enfrente de este y viendo que su sucesor seguia inmóvil, se movió dos pasos atrás y esperó con paciencia que aparecieran la criatura mágica y le dijera lo que iba acontecer.

El príncipe era hermoso cuando pequeño, aquellos rasgos, perfectamente definidos, aquellos exquisitos labios carnosos y aquellos ojos tan oscuros e incomparables, está vez lo que lo caracterizaba era la piel tan brillante que llevaba, se podía notar hasta por encima de la ropa y de la capa que traía.

— Mi niño le teme a las personas, mi señora hada, teme a qué se burlen de el o lo lastimen, por lo que lo oculto con esta capa — dijo el rey, buscando otra mentira para decirle a el hada.

Claramente era una excusa, porque la verdad, era que Dimitrius no quería que nadie se burlase de su pequeño, por llevar consigo una maldición.

— No busques más mentiras, mi rey, soy demasiado anciana para no conocer lo que le sucede a el príncipe y demasiado vieja para involucrarme en el extenso mundo de las maldiciones — habló el hada con aquella voz que parecía venir del más allá.

El pequeño que yacía en suelo tendido, abrió lentamente sus párpados y observó con claridad al hada que tenía frente a el.

Al niño en su infancia le hacían cuentos, en los que muchos príncipes derrotaban a brujas y monstruos, por lo que desde ese entonces el niño se propuso destruir a todos esos monstruos y criaturas malvadas, aunque solo fueran pensamientos de pequeños.

— Es cierto que yo soy el hijo del sol — comentó el niño, en un tono de voz delicado y agradable, era un príncipe y los modales eran parte de el.

— Si mi querido príncipe, la maldición ha avanzado tanto que ya no tiene cura, no puedo desaparecer aquello que cargas pequeño —afirmó el hada.

— ¿Como es posible eso?, mi hijo solo tiene 8 años, eso es mucho deber — Dijo Dimitrius casi gritando.

— Calla mi rey. Eso no es algo que le valla a causar cargas, mucho menos pesadeces, al contrario tu pequeñín, puedes ser esa luz que muchos necesitan para brillar. Solo hay algo que tienes que saber Avery, al cumplir tus 18 años en el castillo ha de celebrarse una ceremonia para designar al el portador de la luz y en tu pecho aparecerá una runa, porque tú serás el elegido, se que sí.

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Pasó el tiempo y el príncipe ya tenía 15 años, aún así Dimitrius no lo aguantaba , no porque no lo amara, sino porque cada día estaba más insoportable.

Un día de verano, tan caluroso y tranquilo como cualquier otro, el sol brillaba intensamente sobre el vecindario en el que Avery acostumbraba a jugar con otros niños, mientras estos corrían y  jugaban, Avery se unió a ellos riendo y divirtiéndose. Pasaron los minutos y las bromas empezaron a ponerse más pesadas de lo normal. Avery se comenzó a incomodar y sin darse cuenta, su poder comenzó a manifestarse, causando pequeñas chispas de energía a su alrededor. Los niños, atónitos retrocedieron asustados.

Justo cuando parecía que todo estaba a punto de revelarse, Dimitrius apareció en escena y con un gesto de su mano detuvo la manifestación del poder de Avery. El rostro de Dimitrius reflejaba una mezcla de preocupación y determinación mientras ordenaba a Avery que regresara al palacio.

Con tristeza y confusión, el chico obedeció y fue llevado a su cuarto, donde permaneció encerrado durante los próximos tres largos años.
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Holaaaa mi queridos lectores, aquí les dejo un nuevo capítulo de mi obra.

Espero lo disfruten mucho.

Prepárense porque lo que se viene es muy fuerte.

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Les agradezco mucho su dedicación a mi libro

Se le quiereeee 🖤🤍

▫️◽✨ Luz En La Oscuridad 🌑◽▫️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora