5 ~Algo inesperado

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La noche había caído sobre el reino con la gracia de un suspiro, tiñendo el cielo de tonos morados y azules que se desvanecían en el horizonte. Las estrellas emergieron una a una, punteando el firmamento como joyas centelleantes en un manto de terciopelo oscuro. La luna, radiante y serena, iluminó el paisaje con su suave resplandor plateado, bañando todo a su alcance con un brillo misterioso.

La sala estaba sumida en un silencio sepulcral como si el tiempo se hubiese detenido, hasta que no sé abrió la puerta principal de par en par y de ella emergió herguida con una majestuosidad sobrenatural, una figura envuelta en un vestido rojo tan intenso como la llama de un hechizo recién conjurado. La tela fluida se adhería a su cuerpo como un segundo manto de piel, realzando cada curva con una elegancia peligrosa.

Su cabello, oscuro como la medianoche, caía en ondas sueltas sobre sus hombros, creando un halo de misterio en torno a su rostro pálido y hermoso. Sus ojos centelleaban con un brillo malévolo, como dos espejos que reflejaban las sombras más profundas del alma.

Con cada paso que daba, el vestido parecía cobrar vida propia, destellando fragmentos de oscuridad que danzaban a su alrededor como diminutos espíritus inquietos. Su presencia era hipnótica y perturbadora a la vez, como si la belleza y la malicia se entrelazaran en una danza prohibida.

A pesar de su innegable encanto, nadie podía ignorar el aura de peligro que la rodeaba, como si el mismísimo abismo se hubiera disfrazado de seducción mortal. Nadie podía creer aquello pues como la leyenda contaba aquel macabro ser jamás podría escapar de una cúpula forjada con  las llamas de las  más profundas entrañas de un dragón.

El rey, sorprendido pero no temeroso, se puso de pie para enfrentar a su antigua adversaria

— ¿Qué haces aquí, bruja? — preguntó el rey con voz firme, aunque sus ojos reflejaban una chispa de temor.

Con una risa fría y despiadada, la bruja respondió
— Vengo a reclamar lo que es mío por derecho. Este reino ha sido mancillado por tu débil liderazgo, y es hora de que pague el precio —@ con un gesto de su mano, cuerdas de sombras surgieron del suelo, envolviendo a todos los presentes en una prisión inescapable.

Avery intentó liberarse, pero aquellas cuerdas lo ataban con una fuerza sobrenatural. La bruja miró triunfante a su alrededor antes de posar sus ojos en el rey y haciendo un movimiento despectivo, lo envolvió en sombras, sumió todo aquel lugar en una neblina inquietante y arrastró al monarca hacia la puerta abierta, desapareciendo en la tenebrosidad de la noche. Dejando todo vacío, al castillo sin rey, a Wendlin sin gobernador y a un Avery completamente destrozado.

Con una neblina espesa que envolvía sus torres y muros. Los destrozos eran evidentes, con piedras dispersas, ventanas rotas y paredes derrumbadas. El aire estaba cargado de un silencio pesado y la sensación de desesperanza se cierne sobre el lugar.

El príncipe Avery con imparables lágrimas en sus ojos, cayó arrodillado entre las ruinas, con el abuelo a su lado. Los seres de luz, aunque debilitados, emitían un resplandor tenue que iluminaba ligeramente el sombrío panorama. El príncipe observaba con determinación los estragos a su alrededor, mientras el abuelo lo miraba con preocupación y apoyo.

Los destellos de luz revelaban fragmentos del pasado glorioso del castillo, ahora reducido a escombros. El silencio era interrumpido solo por el crujir de las piedras bajo sus pies y el susurro inquietante de la neblina.

Aquella devastación que lo rodeaba se conviertió en un recordatorio constante de la lucha que vendría más adelante.

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