Parte 1

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La habitación estaba hecha un desastre. No el tipo de desorden que Alicent estaba acostumbrada encontrar en la habitación de su primogénito, de las mesas todo fué arrojado al suelo, la cama estaba volcada, en lugar de un montón de botellas a medio tomar apiladas, se hallaban pedazos de vidrio por casi toda la habitación.

Sólo de verlo su voz salió ronca al preguntar qué estaba pasando, teniendo una corazonada.

—¡Él me engañó...– Aegon se tiró al suelo, sacando las palabras llenas de ira y rebuscó algo entre los cajones– ... Se casó con la hermana del cuñado!

La reina contuvo un bufido, pues desde un principio supuso algo así pasaría. Dos alfas no podían estar juntos, aunque la ley no lo prohibiera, pero Aegon se dejó engañar por la actitud del castaño y llegó tan lejos para dejar crecer una ilusión sincera pero destinada a ser aplastada.

Helaena había sido entregada a Cregan Stark para prepararse como futura señora de Invernalia y desde ese día Alicent notó la inquietud de Rhaenyra aumentaba. No podía ser sólo los verdes tuvieran una alianza con el Norte, causando quizá tambaleara la promesa de Lord Stark sobre a quién apoyar en un futuro reclamo del trono, y Jacaerys empezó a visitar seguido ese lugar. Alicent le advirtió a Aegon, le dijo que fuera sensato, siempre su hijo mayor tuvo claro el peligro que acechaba cada vez más cerca con el rey estando más a las puertas de la muerte. Pero se dejó convencer por las palabras de Jacaerys, prometiendole reinarían juntos y sus nombres pasarían a la posteridad sin importar si tuvieran que aguantar los reclamos del reino por estar juntos, que estaba dispuesto dejar uno de los hijos de los hermanos de Aegon heredara el trono con tal de asegurar su palabra era sincera.

En la guerra el amor era un arma en el propio cuello y el deber la mejor defensa.

No sólo era la decepción de su corazón roto, sino que los versos y chistes de Champiñón en Dragonstone sobre un príncipe tonto en Kings Landing llorando como un niño, supuestamente a los pies del hijo mayor de Rhaenyra el día de su boda con Sara Stark provocaron Aegon perdiera el raciocinio un rato. La humillación ahora era rumoreada en todo el reino y los cuentacuentos no perdían oportunidad de hablar sobre eso, burlándose de la ingenuidad ridícula del segundo hijo del rey.

Aegon terminó de buscar en sus cajones y halló un anillo con una perla, como los que en tierras extranjeras ofrecían a sus parejas. Alicent sacudió la cabeza, colocando sus manos sobre las del hijo.

—Eres la sangre legítima de los Targaryen, él no merece tus lágrimas.

—¡Ya lo sé!– Aegon limpió su rostro húmedo, rojo tanto por el llanto y la cólera impulsada por la traición y la profunda decepción– ¡Soy un estúpido, lo va a pagar!

Eso dijo, apretando en su puño con tanta fuerza el anillo que sus manos sangraron, las uñas se enterraron en su piel.

Un dragón rugió desde Pozo Dragón, estremeciendo a Kings Landing.

Pero aún con todo, Aegon en la noche no pudo dormir, demasiado inquieto por el dolor en su pecho, queriendo arrancarse el corazón o poder volver a sus viejas aventuras sin huellas en su alma para no recordar esa traición. La voz del castaño parecía aún susurrarle, su mano buscarlo en la oscuridad en forma corrosiva, invadiendo su alma. Aegon no aguantó más y buscó caminar afuera, ignorando los sirvientes esperando poder gritar en medio de la noche lo libere de su martirio.

—¡Aegon!

El mencionado giró su cabeza, con la garganta ardiendo y encontró a su hermano menor en camisón semi traslúcido sobre su esbelda figura, cruzando los brazos.

—¡No debiste dejarte llevar!– Exclamó Aemond, rodando su ojo– En fin, ¿Qué es lo que necesitas? Espero no sea viajar al Norte para hacer una escena.

The Golden King and His Queen "One Eye"  Where stories live. Discover now