PIENSO EN TU MIRÁ - Cap.3: Celos

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Desde muy joven, José siempre tuvo un fuerte interés por la ciencia, específicamente por la química. Su pasión por el laboratorio, los experimentos y los ácidos iba más allá de lo común. Sus padres pertenecían a la clase alta y, gracias a sus excelentes calificaciones en la escuela secundaria, logró ingresar a la carrera de química. Vivía feliz y nunca le faltó nada. Sin embargo, siempre anheló el amor de una chica que estuviera a su lado. A pesar de que tenía el cariño de sus padres, envidiaba a sus compañeros que tenían parejas y compartían sus vidas con ellas. Por ello, José desarrolló cierta obsesión por las mujeres, deseando que todas se enamoraran perdidamente de él.

Hacía de todo, desde enviar cartas de amor y regalar flores hasta invitar a tomar un café. Sin embargo, todas parecían huir de él, tal vez debido a su seriedad o a su elocuente personalidad que resultaba intimidante. Mientras tanto, continuó su formación como químico y finalmente se convirtió en profesor de universidad, aunque le costó mucho trabajo, lo logró. Aun así, la inseguridad de no sentirse suficiente frente a las mujeres continuaba carcomiéndolo más las entrañas, hasta el punto en el que comenzó a interesarse por sus alumnas.

Creía que era lo normal, la manera en la que las chicas lo miraban, pero lo que no sabía es que todo estaba siendo fruto de su imaginación. Ninguna estaba ni siquiera obsesionada con él. Los amigos de José empezaron a casarse y tener hijos, mientras tanto él se sentía solo y apartado de una sociedad que cumplía con los estándares. Debido a su obsesión por conseguir a una mujer, su mente le aportó la idea de hablar con sus alumnas, en un contexto más allá de lo profesional.

Las invitaba a comer a su casa, ver una película...Las alumnas se sentían incómodas, el contacto estrecho del profesor era algo que no esperaban, por ello mismo huían y lo comentaban con sus compañeras hasta que llegaba la información al rector de la universidad.

Justamente eso pasó en las cinco universidades que estuvo. Hasta esta última, donde conoció a Cristina. Una chica dulce y extrovertida que amaba la química tanto como él, José se quedó enamorado desde que vio a la joven sentarse en su asiento, no podía apartar los ojos de ella, hasta el punto en el que le pidió salir. Cristina en un principio se mostró más alejada a él, pero después de insistir, aceptó.

Lo que no se esperaba Cristina es que al querer irse a su casa porque su profesor se estaba poniendo violento con ella, acabaría siendo abusada por él mismo con sus manos.

—¿Qué está pasando? —empezó a hablar somnoliento José mientras se acomodaba. Se dio cuenta a los segundos de que estaba tirado en el suelo.

Notó que no podía ver nada. Sus ojos estaban tapados con una venda que cortaba el flujo sanguíneo por completo pero no le importó. Sus piernas y manos estaban atadas con unas cuerdas que quemaban su piel, por un momento la respiración comenzó a entrecortarse y se esperaba lo peor. Lo último que recordaba era estar recogiendo sus pertenencias en el salón donde impartía clase y un paño húmedo con olor fuerte y desagradable entrando en sus pulmones hasta caer dormido.

—Si quieres te explico —se escuchó la voz de Catalina detrás suya.

—¿Quién eres? ¿Qué cojones hago aquí? ¡Ayuda, por favor! —José intentaba salir pero era imposible, sus huesos crujían de los fuerte que se agarraban las cuerdas a sus extremidades.

—Nadie te va a poder escuchar, José. Estamos en el almacén de la universidad, justo el lugar dónde dejaste a Cristina. Te acuerdas de ella, ¿verdad?

José estaba al borde del colapso y sin darse cuenta ya estaba comenzando a llorar. Recordó por un segundo todo lo que ocurrió ese día y su estómago se revolvió.

RehénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora