NANA - Cap.9: Concepción

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El lugar era un paraje bastante cínico y frío, donde el aire se precipitaba contra la nuca de Catalina, dificultando su respiración. Siempre había estado acostumbrada a ver este tipo de situaciones en películas o series de televisión, pero jamás había imaginado que llegaría a experimentar algo así. Mientras esperaba en aquel frío y estéril lugar, miles de preguntas se agolpaban en su cabeza, sin darle tregua ni paz. ¿Qué pensaría su madre al enterarse? ¿Su hermano tendría idea de lo que estaba haciendo? Los pensamientos la acosaban, y un mareo la dejó momentáneamente desorientada sobre el asiento donde estaba sentada.

A menos de dos metros de distancia, una psicóloga se preparaba para entrevistarla. Catalina la miraba fijamente, con una sensación de absurdo que la invadía.

La psicóloga, por su parte, intentaba analizar cada uno de los movimientos y gestos de Catalina. Sin embargo, se encontraba perpleja al no hallar ninguna pista visible que pudiera indicar la verdadera naturaleza de la mujer ante ella. Tenía justo delante de sus ojos a alguien que había pasado casi seis meses reclutando a personas con el propósito de causarles daño, y eso la inquietaba profundamente.

—Encantada, soy Sonia —saludó la psicóloga forense con una voz serena, aunque sin apartar la mirada de Catalina.

Catalina asintió en silencio, sin decir una sola palabra. La habitación parecía ser un crisol de tensiones, donde el pasado y el presente se entrelazaban en un nudo intrincado, y el futuro se mantenía incierto. La joven giró la cabeza hacia uno de los cristales que tenía a su derecha, aunque estuviera opaco, era consciente de que varias personas le estaban observando a través de él. La sensación de ser un objeto de escrutinio constante la incomodaba profundamente.

Asumía que era bastante analítica para evaluar situaciones, pero esta situación jamás se la había imaginado. Estaba en territorio desconocido, enfrentándose a una experta que intentaría penetrar en los recovecos más oscuros de su mente.

La psicóloga, siguiendo su protocolo, intentó establecer una conexión y generar una atmósfera de confianza.

—Veo por aquí, que naciste en Madrid. El 1 de noviembre de 1992. Tu padre es abogado, mientras que tu madre trabajaba como panadera, pero hasta hace unos meses se tuvo que dar de baja...

Antes de que Sonia pudiera continuar, Catalina la interrumpió con brusquedad.

—Ve al grano, por Dios. No hace falta hacer un documental de toda mi vida.

La psicóloga se quedó perpleja tras la contestación de Catalina. Mientras que esta última mantenía su mirada neutra y oscura, que había mostrado desde el primer minuto. La tensión en la sala se palpaba con intensidad, como si dos fuerzas opuestas estuvieran a punto de chocar en un enfrentamiento psicológico que determinaría el destino de Catalina.

—¿Por qué hiciste todo esto? —preguntó la psicóloga con voz temblorosa mientras tomaba su libreta y un bolígrafo, preparada para anotar las respuestas de Catalina.

Catalina no era una persona ingenua. Sabía que la estaban grabando y que cada palabra que saliera de su boca sería noticia en cuestión de horas. Por lo tanto, se tomó un par de segundos para sopesar sus palabras cuidadosamente antes de responder.

—Injusticia.

La psicóloga frunció el ceño, intrigada por la respuesta aparentemente simple de Catalina.

—¿Injusticia? ¿Puedes explicar a qué te refieres?

En la puerta del cielo venden zapatos
Pa' los angelitos que están descalzos

Catalina miró fijamente a la psicóloga, con una determinación en sus ojos que contrastaba con la incertidumbre que la rodeaba.

—Estoy harta de que ocurran tantas cosas terribles y nadie haga nada al respecto. Miles de criminales, abusadores y maltratadores andan sueltos, causando sufrimiento a personas inocentes. ¿Por qué? Ellos son los que deberían estar aquí, enfrentando las consecuencias de sus acciones. Sé que lo que he hecho no es lo correcto, y quizá debí quedarme en casa, cuidando de mi hermano o apoyando a mi madre en su lucha contra la depresión. Tal vez eso es lo que la sociedad esperaba de mí.

RehénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora