Epílogo.

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La habitación estaba inundada de una suave luz dorada de la tarde, creando un ambiente cálido y acogedor. La abuela, con su cabello plateado y arrugas que contaban historias de décadas pasadas, miró a sus dos nietos con ternura en los ojos.

—Abuela, ¿puedes contarnos otra vez la historia? —preguntó el hermano mayor, ansioso por escuchar la narración que había escuchado muchas veces antes, pero que nunca le cansaba.

Sin embargo, la madre de los niños intervino, preocupada por el estado de ánimo de la abuela.

—Dejadla ya, ¿no veis que está muy cansada? Alberto, recoge los juguetes y despídete de las abuelas —instó, consciente de que su madre podía estar agotada por el esfuerzo de contar la historia una vez más.

Pero la abuela, con su característica terquedad y amor por sus nietos, no estaba dispuesta a renunciar a ese momento especial.

—Parece que nunca te olvidarás de ella.

—Ni aunque me trasplanten el cerebro, querida.

Madre e hija intercambiaron una mirada cómplice, compartiendo un entendimiento profundo. La historia que la abuela estaba a punto de contar era una que nunca dejaría de tocar sus corazones. La pequeña de los hermanos, curiosa como solo los niños pueden ser, no pudo contener su pregunta.

—Abuela —comenzó—, ¿si ella estuviera viva te hubieras casado con ella?

La abuela se rio suavemente ante la franqueza de la niña.

—Esa es una pregunta muy adelantada para ti, cariño. Otro día te la responderé —le dijo con cariño, sin dar una respuesta definitiva en ese momento.

La pequeña se fue algo frustrada mientras se iba con su hermano, pero la semilla de la curiosidad estaba sembrada, y en el futuro, seguirían explorando la historia de su abuela. La madre de los niños se acercó a su propia madre, con una expresión de cariño y gratitud en su rostro.

—Mamá, ¿eso es cierto? —preguntó, buscando una respuesta más profunda que las palabras de la abuela habían insinuado.

La abuela sonrió y colocó una mano sobre su corazón—. No lo sé, querida. Yo solo sé que la guardo aquí—. dijo, señalando su pecho—. Y no se irá nunca. Me ayudó a escapar de aquel lugar y nunca tendré suficiente para agradecérselo. Espera, antes de que te vayas.

—¿Si?

—Prométeme que tu le contarás también esta historia a tus hijos, nietos, bisnietos...

—Claro que sí, mamá.

La abuela sonrió, con los ojos llenos de lágrimas de gratitud—Gracias, Catalina —susurró, reconociendo el valor y la devoción de su hija por mantener viva la historia que había sido tan importante en sus vidas.

La historia de Julieta, que había vivido una vida marcada por la valentía y el amor por Catalina, continuó siendo transmitida a lo largo de las generaciones. Julieta murió un 12 de enero de 2023, víctima de una pulmonía, pero su legado perduró. Aún guarda en su tumba la pulsera que llevaba Pérez el día en el que asesinaron a Catalina, con su nombre grabado.

Y después de mucho tiempo, ambas pudieron estar juntas eternamente.

Madrid, España.

Año 2023.

El gobierno español tomó las riendas tras la historia de Catalina. De esa manera, ya no dejaron atrás ningún rastro de abuso hacia inocentes.

Catalina ya no vivía con miedo.

Ni ella, ni todas las mujeres que una vez sufrieron parte de un abuso que no pudieron evitar.


















































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RehénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora