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Los miércoles el señor Kim tenía promociones. Lo hacía a propósito, era el día con menos afluencia, no solo a la librería, sino a todo el barrio. Muchos de los restaurantes cerraban o decidían abrir solo por la noche. Así que menos gente pasaba por la calle.

En los ventanales colgábamos una lona. Cada miércoles era diferente, la de entonces decía:

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EN CLÁSICOS E IMPORTADOS.

El color rojo captaba la vista con facilidad, alguno que otro transeúnte terminaba por voltear a verla. Y más de uno entraba y terminaba con más de cuatro libros en una bolsa.

—Asegúrate de que la lona esté bien puesta. –insistía.

Era importante para él que por ningún motivo se cayera. Para mi buena suerte, era excelente con los nudos.

—Ya quedo. —me gire para enfrentarlo. —¿Necesita algo más o puedo seguir con el almacén?

—Ve, necesito que quede listo para el viernes.

El día anterior había estado acomodándolo, estaba al fondo de la librería, dentro había una escalera que conectaba a una parte del segundo piso, lo hacía un espacio ideal para los libros. Y para el polvo. A lo que se refería con que lo quería "listo" era básicamente que terminara con la organización del lugar, había cajas llenas de libros con temas escolares, varias llenas de clásicos y aún más con contenido variado de importados, populares, novedades y un largo etcétera.

Iba ya muy avanzado, la parte más complicada fue subir y bajar aquellas escaleras. El área designada a infantiles quedaba en el segundo piso. El señor Kim decía que era lo que menos se vendía, no tenía sentido tenerlo tan a la mano entonces. Para mi sorpresa el stock de lectura para niños era más grande de lo que hubiera querido.

Ya se podía caminar sin temor a tropezar, lo cual ya era una ganancia. Muy pocas cajas quedaban en el suelo. Los estantes ahora tenían una mejor vista sobre su contenido. Un trabajo de tres semanas, moviendo, abriendo, revisando, segmentando y acomodando.

Considerando la cantidad en existencia, mi trabajo se había llevado a cabo con rapidez. Manteniendo aquel ritmo, sabía que terminaría esa misma tarde.

—¡Yoongi-ah! —el grito llegó a penas a escucharse.

Baje las escaleras inmediatamente, la última caja de libros infantiles al fin estaba en su lugar.

—¿Es mi hora de comer? —pregunté algo confundido. Había estado un buen rato en la bodega, pero no creía que fuera tanto. Y no podía verificarlo, la batería de mi teléfono estaba muerta.

—No, aún no. Pero necesito que me hagas un favor. —alzó la vista de lo que fuera que estuviera escribiendo. —Tengo que salir, una hora más o menos. Necesito que te quedes aquí. ¿Crees que puedas hacerlo?

Francamente, no tenía opción. No es como que solo pudiera negarme. Necesitaba el trabajo.

Necesitar cualquier cosa de por si es complicado. Que esa cosa venga siendo un trabajo estaba por lo menos en mi top tres de complejidad. 

—Claro. No se preocupe, yo me encargo. —conteste.

No serían la primera vez que estuviera detrás de una caja registradora. O que hiciera ventas.

—El sistema es sencillo, pero si lo prefieres solo cobra manualmente y cuando regrese ingresare las ventas. —comentó encogiendo los hombros.

—Conozco el sistema, no se preocupe. —dije muy tranquilo.

Se veía un poco indeciso, pero claramente lo que sea que tuviera que hacer era más que importante, salió del local en menos de diez minutos. No me preocupe mucho, era un miércoles después de todo, no se iba a abarrotar o algo parecido. La buena noticia era que el señor Kim no dejaba libro sin etiquetar. Así que no debía preocuparme por olvidarme de algún precio.

La biblioteca del señor Kim Where stories live. Discover now