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D-13

La noche anterior había sido bastante terrible. Sin poder evitarlo no dejaba de moverme, rode por la cama mil y un veces. Mis ojos hinchados y las ojeras me regresaban la peor vista desde el espejo. Me veía abatido.

Estruje entre mis manos la toalla después de lavarme las manos. Salí del baño y observé mi habitación, la ropa que me pondría ya estaba sobre la cama y mi celular anunciaba que ya tenía el 100% de batería. El reloj marcaba que me quedaban 45 minutos para llegar a la librería.

Para cuando salí de mi casa ya me sentía con ganas de regresar.

Por primera vez llegué tarde. Cinco minutos. El señor Kim solo me dio los buenos días antes de ordenarme que acomodara los estantes frente a las ventanas.

Seokjin a penas había sido visible en mi campo de visión en uno de los pasillos. Negué a mi cuerpo de seguirlo. Pero noté el vibrar de mi teléfono unos segundos después de cruzar miradas.

Cúbreme.

Me acerqué hasta los estantes y tomé varios libros para revisarlos. Al final siempre los dejaban mal acomodados. Por suerte un par de clientes entraron, los tomé como señal divina y cargue con los libros mal acomodados hasta el mostrador.

Cubrí la vista del señor Kim y lance algunas preguntas al azar. Los clientes cooperaban en quedarse callados esperando su turno.

Para cuando Seokjin llevaba ya cinco minutos dentro del sótano. El señor Kim ya estaba ocupado con otros clientes, dos profesores y yo estaba mordiéndome las uñas de los nervios.

—Yoongi, ve por dos ejemplares de este libro en su versión más actualizada. —me mostró un libro con varios signos en la portada. Matemáticas, lo había visto el día anterior.

Me moví rápido para buscarlos.

Y pude ver el cuerpo de Seokjin apoyado en una pared muy al fondo, parecía muy interesado en la vista que le regalaba la ventana. Detuve a mis pies de acercarme a él.

Enfócate.

Me repetí una y otra vez. Debía seguir, faltaban muchas horas por delante.

*
*

La manía de ver hacia el reloj no disminuyó. El día pasó en lentitud y silencio. El único ruido era generado por los clientes que se habían vuelto más comunes. El señor Kim tenía razón, estudiantes entraban y salían con más frecuencia,  generaban un espacio que me permitía respirar con normalidad. Era como un seguro de que no podía lastimarnos.

—Hasta luego. —me despedí dejándolo con un cliente aún en el mostrador.

Asintió y me dejó ir sin comentarios.

A menos de cien metros caminados mi teléfono cobró vida.

Nos vemos en la cafetería cerca de la parada. Estaré ahí en quince minutos.

Nos habíamos tomado muy enserio los planes de la semana, teníamos ya una lista de cosas que podíamos hacer para no colapsar de los nervios. No sabíamos si serviría de algo realmente. Pero ninguno quería tomar el camión no fácil a la locura.

Tomaríamos algo, Seokjin había elegido un café. Mi plan era convencerlo de movernos hacia algo más fuerte. Pero primero lo probaríamos a su manera. La cafetería era pequeña, apenas dos ventanas y una puerta estrecha de madera. Las mesas sino contaba mal a penas llegaban a la media docena, la barra con trabajo podría resguardar a unas cinco personas sin que estas se tocaran incómodamente.

Aparte una de las mesas, la más escondida y con más baja iluminación.

—Un cortado por favor. —pedí al mesero cuando este se presentó.

La biblioteca del señor Kim Where stories live. Discover now