Parásitos

8 3 5
                                    

Un chico, estudiante universitario, acaba de terminar una larga y agotadora clase. Mientras camina por el tranquilo campus, una sensación inquietante comienza a apoderarse de él. Una picazón intensa se despierta en su piel y, de repente, siente como si algo se moviera debajo de ella.

Inquieto, se detiene y examina su brazo. No ve nada fuera de lo común, solo su piel intacta y sin signos de irritación. Pero la sensación persiste, como si pequeños parásitos se arrastraran debajo de su epidermis.

Tratando de ignorar el malestar, continúa caminando por el campus. Sin embargo, la sensación se intensifica a medida que avanza. Ahora, siente movimientos en su espalda y en su pecho, como si cientos de diminutos insectos se movieran frenéticamente dentro de él.

Mientras la angustia crece, se siente atrapado en una pesadilla. La picazón se convierte en un intenso dolor, como si las criaturas invisibles estuvieran mordiendo y rasgando su piel desde adentro. Experimenta un sentimiento de pánico y desesperación que se apoderan de él, y comienza a rascarse frenéticamente, intentando aliviar la tortura que siente en su interior.

Los demás estudiantes que pasan a su lado lo miran con preocupación y desconcierto, sin entender lo que está experimentando o el porqué de su actuar. En su estado alterado, corre hacia el baño más cercano, buscando un espejo para verificar su piel. Pero lo que ve es aún más aterrador.

Su piel está enrojecida y llena de arañazos profundos. Gotas de sangre brotan de las heridas, pero no hay signos de los parásitos que ha estado sintiendo. Se mira a los ojos en el espejo, pero lo que ve es un reflejo distorsionado de su propia angustia.

El pánico invade su ser mientras las criaturas invisibles continúan su festín interno. La sensación de los parásitos bajo su piel es insoportable, y el joven universitario se siente atrapado en una espiral de sufrimiento. Se pregunta si se ha vuelto loco, si es real, si esta pesadilla no tiene fin.

Exasperado por encontrar una solución que le brinde alivio, se dirige a la enfermería de la universidad. Allí, la enfermera y la doctora lo examinan, pero no encuentran ninguna explicación para su agonía. Le curan las heridas y le ofrecen medicamentos para calmarlo, pero los parásitos imaginarios persisten, burlándose de él desde las profundidades de su mente.

Él sale de la universidad con la mente abrumada por la tortura de los parásitos invisibles que parecen devorar su piel desde adentro. Camina hacia su casa, con cada paso aumentando su sensación de miseria y soledad. Al llegar a su hogar, busca apoyo y comprensión, pero lo que encuentra es incredulidad.

Entra por la puerta principal y se encuentra con su madre en la cocina, quien lo saluda con una sonrisa. Sin embargo, al ver la expresión de angustia en el rostro de su hijo y sus heridas, su sonrisa se desvanece rápidamente.

—¡¿Qué te pasó?! Pareces muy perturbado —pregunta su madre, preocupada—. ¿Por qué estás tan lastimado?

El joven intenta encontrar las palabras adecuadas para describir su pesadilla, pero se siente incapaz de hacerlo. La sensación de los parásitos debajo de su piel lo consume por completo, y la frustración se acumula en su interior.

—¡Mamá, no puedo soportarlo más! Siento como si cientos de parásitos se movieran dentro de mí, comiéndome vivo. Me están volviendo loco, mirá, ¡Ve cómo se retuercen —exclama desesperado extendiendo su brazo—. Intenté sacarlos o matarlos rascándome, pero siguen ahí, las de la enfermería en la escuela no me creyeron.

La madre del joven universitario lo mira con incredulidad y preocupación, ella no ve nada moverse en su piel, solo las lesiones que él mismo se ha provocado.

—Hijo, no puedo ver nada en tu piel. No hay parásitos, solo heridas. Quizás deberías ver a un doctor, esto podría ser solo producto de tu imaginación, un sarpullido o quizás tengas alergias y eso es lo que sientes —responde su madre, tratando de ser comprensiva.

Él se siente frustrado y solo. Su familia no puede ver el terror que él siente y eso solo aumenta su dolor.

—¡No entiendes! No puedo soportar esto, es un infierno, mamá. Los parásitos están debajo de mi piel, moviéndose y mordiendo. Me están consumiendo por dentro y nadie me cree —insiste, con lágrimas en los ojos.

Su padre, que ha estado escuchando en silencio desde el sofá, interviene en la conversación.

—Hijo, entiendo que estés pasando por un momento difícil, pero debes tratar de calmarte. No hay nada físico que podamos ver. Puede ser estrés o ansiedad manifestándose de una manera inusual. Sabemos que la escuela te tiene mal con todos esos exámenes. Deberías considerar hablar con un profesional de la salud mental —sugiere su padre, intentando encontrar una solución razonable.

El joven siente una mezcla de tristeza y frustración. Su propia familia no puede comprender el tormento que está experimentando.

—¡No estoy loco! ¡Lo juro! —grita, desesperado por ser entendido.

Sus palabras caen en oídos sordos mientras su familia continúa tratando de tranquilizarlo y convencerlo de buscar ayuda profesional. Se siente impotente, atrapado en su propia pesadilla sin nadie que le brinde el apoyo que tanto necesita.

Con el corazón destrozado, se retira a su habitación y se acurruca en su cama, tratando de encontrar consuelo en medio de la desesperanza. Los parásitos invisibles siguen torturándolo sin piedad, recordándole constantemente que está solo en su lucha contra el horror que acecha debajo de su piel.

Atrapado en una realidad distorsionada, lucha por mantener su cordura. Las noches se convierten en una sucesión de insomnio y pesadillas horribles, donde los parásitos se multiplican y se alimentan sin piedad de su carne.

 Las noches se convierten en una sucesión de insomnio y pesadillas horribles, donde los parásitos se multiplican y se alimentan sin piedad de su carne

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El espejo de la mente rota: Entre la razón y la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora