Existir

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La tarde de sábado es soleada y bulliciosa en el concurrido centro comercial. Entre el ruido ensordecedor de las conversaciones animadas y el constante ir y venir de las personas, se encuentra una adolescente de 15 años, disfrutando de un día de compras con dos de sus amigas. La joven es una chica alegre y enérgica, con su cabello castaño ondulado y una sonrisa radiante que ilumina su rostro juvenil.

Mientras exploran las tiendas y se prueban distintas prendas, algo inquietante comienza a suceder en la mente de chica. Una sensación de desconexión la invade repentinamente, como si estuviera flotando en un estado de realidad alterada. Un escalofrío gélido recorre su espalda, y su cuerpo se siente ligero y ajeno, como si estuviera suspendido en la nada. Una extraña percepción de vacío y ausencia empieza a apoderarse de ella, como si el mundo a su alrededor se desvaneciera en la oscuridad.

—Chicas, ¿han sentido alguna vez que no existen realmente? —pregunta, su voz temblorosa, interrumpiendo la animada conversación de sus amigas.

Ambas la miran confundidas, sin comprender del todo la inquietud que consume a su amiga.

—¿Qué quieres decir? ¿No existir? ¿Estás bien? —responde una, mirándola con preocupación.

La adolescente lucha por encontrar las palabras adecuadas para explicar lo que está experimentando. Una sensación de vacío en el pecho la oprime mientras intenta articular sus pensamientos, pero las palabras se desvanecen en su boca.

—Es como si... como si estuviera muerta por dentro. Como si nada de esto fuera real, como si mi existencia se hubiera desvanecido —murmura, su voz apenas audible, ahogada por el temor que la consume.

Su boca se seca, su lengua se pega a su paladar, cada palabra se vuelve más difícil de pronunciar.

El rostro de la chica de cabello castaño se torna pálido, sus ojos reflejando un temor profundo y desconcertante. Ella mira a su alrededor, observando a las personas que caminan apresuradas y conversan animadamente, pero parecen figuras distantes en un escenario borroso, como si fueran meras ilusiones en su mente.

Las risas y las voces de sus amigas se desvanecen en su mente mientras el miedo se intensifica. Una sensación de aislamiento y soledad la envuelve, como si estuviera atrapada en un mundo paralelo y oscuro, donde la realidad se desdibuja y se convierte en una pesadilla.

—No puedo sentir... No puedo sentir mi corazón latir. No puedo sentirme viva —susurra aterrada, sus palabras tiñendo el aire con un terror insondable, como si el mismo abismo se hubiera apoderado de su ser.

Sus amigas intercambian miradas preocupadas, por la situación que enfrentan, sin saber cómo ayudar a su amiga en medio de ese desconcertante suceso. El horror que experimenta la chica es palpable, envolviendo a todo su ser en una telaraña de angustia y opresión.

—Vamos a encontrar ayuda. Hay que encontrar a alguien que sepa qué está pasando —dice una de las chicas que está más calmada, tomando la mano temblorosa de la adolescente para reconfortarla, aunque también siente el miedo que se ha infiltrado en su propia alma.

Juntas, las tres chicas se dirigen hacia el área de seguridad del centro comercial en busca de alguien que pueda entender y brindarles apoyo en medio de su confusión y el miedo abrumador que consume a la joven de quince años.

El terror que experimenta se entrelaza con la esperanza de encontrar respuestas y recuperar esa sensación de estar viva que se ha desvanecido en el abismo oscuro de su mente.

El centro comercial, que antes era un lugar lleno de vida y actividad, se convierte en un escenario sombrío y siniestro, donde cada paso la adentra más en su propia pesadilla personal.

El centro comercial, que antes era un lugar lleno de vida y actividad, se convierte en un escenario sombrío y siniestro, donde cada paso la adentra más en su propia pesadilla personal

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El espejo de la mente rota: Entre la razón y la locuraWhere stories live. Discover now