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01 de septiembre, 2021.
Punta Cana, República Dominicana.

Niccóla Ribba.

Grazie, bella. — paso por alto el tono coqueto y la miradita que Fabrizzio le echa a la mesera del Bar de Deportes. Más que nada porque no me interesa, también porque no pienso permitir que me arruine el viaje y el reencuentro con las personas que más amo.

Miro ansiosa por los laterales del bar, que son completamente de vidrio. Veo mi celular, el mensaje que mandé hace ya 7 minutos tiene ambas tildes azules, pero aun no aparecen.

Puto Abel que no responde.

Miro la caipiroska en mis manos y revuelvo los pequeños hielos con el barquito justo antes de dar un sorbo, inconscientemente sonriendo al recordar el tan famoso tweet sobre los barquitos.

Sí, no son ni las 12 del mediodía y ya estoy tomando una caipi, ¿y qué? No juzguen, hay alcohol gratis todo el día, hay que aprovechar.

— ¿Son esos? — la pregunta de Fabrizzio me saca de mis pensamientos sobre cuál será el próximo trago que pediré, y me volteo hacia donde su mirada indica. Una sonrisa inmensa aparece en mi rostro, y es que diviso al grupo de diez monos que vienen entrando al bar, comportándose, obviamente, como niños pequeños que se empujan.

— ¡Daniel! — básicamente salto a sus brazos, que me reciben en uno de esos abrazos cálidos y seguros que él sabe dar muy bien. El resto llega detrás suyo, y las próximas a quienes abrazo son Lina, Elena y Joaqui. Dios, extrañaba el calor de sus abrazos, cuánto necesito a Flor aquí también.

Saludo a todos uno por uno, pero faltan dos personas acá: Julián y su novia.

— ¿Y el cordobés? — Agus se percata de su ausencia y pregunta para todos. De repente mi prima niega divertida antes de señalar con su cabeza a Julián, quien se encuentra en la barra pidiendo algo para beber, imagino.

Siento que me paralizo de solo verlo, un calor invade cada milímetro de mi piel. Está tan hermoso como siempre, e incluso más. Las fotos y videos en la TV y redes sociales no le hacen justicia en lo absoluto.

Un carraspeo me trae devuelta a la realidad, y recuerdo que Fabrizzio está con nosotros. Me mira un poco mal, calculo que se dió cuenta hacia dónde iba mi mirada.

— Chicos, él es Fabrizzio. — lo presento. Fabrizzio levanta su mano a modo de saludo, él es muy seco, a diferencia nuestra que vivimos para abrazarnos y cargosearnos.

— Eh, ¿qué tal? — Benja saluda, el resto solo le dedica sonrisas a medias y no muy reales. No es como que a Fabrizzio le moleste.

— ¿Qué estás tomando? Yo quiero. — Daniel levanta mi vaso de la mesa y le da un sorbo sin esperar respuesta. Un muy buen sorbo la verdad. — Uh, 'ta tremenda, wacho.

— A ver, yo quiero. — ahora es Abel quien agarra mi vaso para dar un sorbo, y hace un gesto de aprobación.

— ¡Yo quiero! — Tomi agarra el vaso pero su cara al probar el trago es completamente diferente a las de los otros dos. — Puaj, déjame con la birrita nomás.

Entre las risas del grupo, recupero mi vaso de sus manos. — Bueno che, vayan y pidan sus propias bebidas que ya me bajaron más de la mitad. — es cuando señalo con la cabeza hacia la barra que veo el momento en que Julián básicamente fondea un vaso.

Espero que no haya sido con alcohol, el cordobés es medio balndo si no es fernet, con eso parece ya estar inmunizado.

Los tres hermanos, Elena y Agus se van a la barra a pedir bebidas, mientras que Joaqui, Lina, Benja, Daniel y yo nos vamos a la parte de comida de este bar. Fabrizzio se sienta en su silla con la vista pegada a su celular.

PERDAMONO' • Julián ÁlvarezWhere stories live. Discover now