Bruma veintiuno

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Muerta en vida, vagando en la dulce sinfonía del anhelo, donde llorar y gritar súplicas ya no apaciguan el dolor del alma.

Cada latido es una nota en un triste adagio, una partitura escrita en los rincones oscuros de mi existencia. La melodía de mi vida se aferra a la cuerda de la esperanza, esa cuerda frágil que se tensa en el filo de lo incierto.

Mis pasos son danzas silenciosas en este escenario sombrío, y mis sueños, las estrellas que aún titilan en el vasto firmamento de mi desesperación. Anhelo la sinfonía del amor, donde cada acorde sea una caricia para mi alma marchita. Pero, ¿qué es la esperanza sino un eco distante, una ilusión que se desvanece en la neblina del desencanto?

Aun así, persisto en la lucha, en la búsqueda de esa luz que ilumine mi travesía. Mis dedos rozan las cuerdas de la fe, buscando una armonía que acalle la cacofonía de la desdicha.
La partitura de mi vida está llena de altibajos, de crescendos y diminuendos, pero sé que en algún compás, hallaré la paz que tanto anhelo.

En medio del silencio, escucho la melodía de los sueños que aún no han nacido, las notas de un futuro incierto que se dibuja en la partitura de mi destino. Mi corazón late al ritmo de la esperanza, un latido que me recuerda que en el concierto de la vida, aún hay espacio para una sinfonía inesperada, una sinfonía que llene mi alma de paz y amor.

Aunque me encuentre perdida en esta melodía de tristeza, sigo buscando la armonía que colme mi existencia de sentido y plenitud. La música del destino aún no ha llegado a su fin, y en las pausas y silencios, encuentro la fortaleza para continuar en este oscuro pero esperanzador concierto.


Sincerely, elle.


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Una bruma de sentimientos que tengo que dejar irWhere stories live. Discover now