8. El deseo.

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𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟖.

Cuando Nix volvió en sí, el tiempo parecía haberse suspendido en un lugar desconocido, una habitación en penumbras que resonaba con el eco de sus latidos acelerados. Las sogas que aprisionaban sus muñecas habían sido reemplazadas por un nuevo tipo de restricción: estaba inmovilizada en una silla de aspecto ominoso, en el centro de la habitación.

Frente a ella, Jeff la observaba con una sonrisa triunfante que parecía ser la manifestación misma de la obsesión. El silencio, roto solo por el leve murmullo de la respiración agitada de Nix, fue vencido por la risa de Jeff, una risa que parecía surgir de lo más profundo de su obsesión retorcida.

— Despertaste, querida Nix. No te preocupes, no te hice daño. Solo quería que te unieras a mí en este juego, en este baile eterno de obsesión y deseo.

La mirada de Nix se encontró con la de Jeff, y sintió que estaba atrapada en un abismo de peligro. A pesar de su situación desesperada, la joven no estaba dispuesta a rendirse. La determinación ardía en sus ojos, como una llama frágil pero inquebrantable en medio de la oscuridad.

— No importa lo que hagas, nunca me someteré a tu obsesión. Eres un monstruo.

Lejos de mostrar enfado, se inclinó hacia adelante, sus ojos intensificando su mirada penetrante. — Eso es lo que me hace admirarte aún más, Nix. Tu fuerza, tu resistencia. Eres un desafío, un enigma que debo resolver, que debo moldear a mi gusto. Eres la pieza que falta en mi rompecabezas, y no descansaré hasta que estemos unidos, hasta que seamos uno.

La tensión en la habitación se volvió insoportable. Nix sabía que su vida pendía de un hilo, que cada palabra que pronunciara, cada movimiento que hiciera, serían cruciales en su lucha por la libertad. Su mente trabajaba a toda velocidad, buscando una salida, una forma de escapar de la pesadilla que la rodeaba.

— No me entenderás, Jeff. Y no importa cuánto te obsesiones conmigo, nunca seré tuya. La obsesión no es amor, es destrucción. Estás atrapado en una espiral de locura, y yo no seré parte de esa pesadilla que has creado.

[...]

En esa habitación cargada de obsesión y tensión, la joven luchaba por encontrar una apertura, una oportunidad de escapar de las garras de su captor.

Jeff finalmente se apartó con una sonrisa desafiante que dejaba claro que no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente. Se alejó unos pasos, pero sus ojos no abandonaron a la joven ni un segundo, como si estuviera dispuesto a anticipar cada uno de sus movimientos.

— No subestimes la fuerza de mi obsesión, Nix. Tarde o temprano, aceptarás la inevitable unión que el destino ha preparado para nosotros. Eres mi reina, y yo tu rey.

La contraria tragó saliva, estaba metida en un gran lío y ni siquiera lograba entender el porqué. Aunque se hallaba atrapada en una situación desesperada, su espíritu se negaba a ser dominado por la oscuridad, debía volver a casa.

— No, Jeff. No eres mi rey ni yo tu reina. Eso es una ilusión que te has creado. La verdadera realeza es la libertad, y nunca la perderé ante alguien como tú.

La tensión en la habitación se volvió a cortar con un cuchillo invisible mientras se enfrentaban con palabras afiladas como espadas. Pero sabía que necesitaba más que palabras para escapar. Observó la habitación en busca de una oportunidad.

Entonces, notó algo. A su lado, en una pequeña mesita, había un cuchillo con el que Jeff había estado jugando momentos antes. Era su única oportunidad. Con movimientos sutiles, intentó acercar la silla hacia la mesa, arrastrándola poco a poco, sin que se diera cuenta.

El tiempo pasaba, el suspense aumentaba, y Nix luchaba contra el sudor frío que recorría su frente. Finalmente, logró alcanzar el cuchillo. Sus manos atadas se esforzaron por empuñarlo, y aunque la tarea era difícil, su determinación la impulsó.

Cuando el cuchillo estuvo en sus manos, la adrenalina recorrió su cuerpo. Era su oportunidad de escapar. Respiró profundamente, encontró el momento adecuado y, con un movimiento rápido y preciso, cortó las sogas que la mantenían prisionera.

Las sogas cedieron, y se sintió liberada, pero la batalla aún no había terminado. Con el cuchillo en mano, enfrentó a Jeff con una mirada resuelta.

— No puedes controlar mi destino, Jeff. Mi libertad es mía y solo mía. No seré víctima de tu obsesión.

La tensión en el aire era palpable, y aunque su captor se había mostrado obsesivo y controlador, la determinación de Nix parecía haberlo tomado por sorpresa.

Sin embargo, en lugar de demostrar ira o frustración, una expresión peculiar cruzó su rostro. Sus ojos, todavía cargados de obsesión, reflejaron una emoción adicional: excitación.

— Eres aún más interesante de lo que pensaba, hermosa. Esa fuerza que muestras, esa determinación, despiertan un deseo que no puedes ni imaginar.

La pelinegra sintió un escalofrío recorrer su espalda al darse cuenta de que su acto de valentía había tenido un efecto inesperado. Jeff se acercó lentamente, sus ojos fijos en el cuchillo, pero su mirada seguía llena de deseo.

— No te atrevas a acercarte, baboso. No volveré a caer en tu pesadilla —advirtió, retrocediendo unos pasos, el cuchillo aún en alto.

Sonrió de manera inquietante y dio un paso atrás, pareciendo disfrutar de la tensión en la que se encontraban. — Este juego se vuelve cada vez más emocionante, Nix. ¿Cuánto tiempo podrás resistir antes de rendirte a mí?

Entonces entendió que no podía permitirse una confrontación prolongada. Manteniendo el cuchillo empuñado, dio media vuelta y corrió hacia la puerta de la habitación. El de párpados quemados se lanzó detrás de ella, con pasos frenéticos, pero ella había recuperado su libertad y eso la impulsaba a seguir luchando.

Corrió por pasillos oscuros, tratando de encontrar una salida de esta pesadilla que la había envuelto. La excitación de Jeff seguía siendo una presencia inquietante en su mente. La carrera por su vida estaba lejos de haber terminado.






𝗜𝗡𝗙𝗜𝗟𝗧𝗥𝗔𝗗𝗢 𝗘𝗡 𝗟𝗔𝗦 𝗦𝗢𝗠𝗕𝗥𝗔𝗦
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Infiltrado en las sombras ➝ Jeff The Killer [Creepypastas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora