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Si le preguntaran a Pedri "cómo está", el te diría que bien, de maravilla, increíble, que todo va bien, que le encanta su nueva vida, que se está adaptando muy bien con todos sus compañeros y el staff, que siente muy cómodo ahí, que todo está perfecto y el está feliz con eso.

Pero si lo agarras desprevenido, te dirá todo lo contrario. No está bien, no está de maravilla, ni increíble, nada va bien, no le gusta su nueva vida, no se está adaptando nada bien con sus compañeros y el staff, no se siente cómodo, nada está perfecto y no el es feliz.

Todas esas mentiras era lo que le decía a sus padres cuando llamaban por la noche diciéndole lo mucho que lo extrañaban y que esperaban verle jugar el próximo partido.

Si tan solo supieran que la cruda realidad era otra y que esa misma era la que no le permitía tener minutos con el primer equipo...

Koeman no era tonto (aparentemente) el sabía que el canario no estaba en su mejor momento, y arriesgarse cuando el equipo tampoco lo estaba no era opción.

Aún no logra entender cómo es que llego a ese punto, no se reconocía a si mismo, estaba más delgado, llevaba unas enormes ojeras, el cansancio estaba siempre presente, el pelo y su barba parecían de vagabundo, no se veía para nada bien, no era el mismo Pedri al que ficharon en agosto.

Por ello fue bajado de categoría con el Barça B porque según el staff, así iba a "recuperar confianza".

Al principio no fue bien, seguía sintiéndose excluido por todos, el mister tampoco confiaba en el y tenía pocos minutos. Le era bastante difícil, no había ningún Eric al que pudiera aferrarse todo el entrenamiento, pero faltar a este no era opción.

Tampoco quería hacerse dependiente del catalán, ni de nadie más, pero le era imposible porque tenía un problema con eso, con la más mínima atención que le dieran, literalmente cualquier persona, se aferraba a ellos y le costaba soltarlos.

Y por ahora no encontraba a su siguiente víctima, quizá porque esta vez el era la víctima...

—¿A quien le abriste la cabeza ahora?

Su mirada se encontró con un par de ojos avellanas: Pablo, a quien menos quería ver. —¿Que haces aquí?

—Yo pregunté primero

—No te incumbe, ahora responde —suficiente se había humillado ya como para decirle la verdad.

—No había podido entrenar, tenía molestias —la escena era bastante rara, Pedri tendido en el césped y Gavi parado frente ante a el intimidante, algo gracioso para el menor, pero para el canario no era más que la realidad.

—Lastima que terminaron —dijo mientras se ponía de pie, tampoco es que se iba a mostrar débil ante el.

—¡¿Que cojones te pasa?! —y en un instante Pedri estaba de nuevo en el suelo, Pablo acababa de empujarle.

—¡GAVI Y PEDRI! ¡A MI OFICINA! —y aquí van de nuevo...

....

—¡EL EMPEZÓ!

—¡Hijo de puta! ¡claro que no!

—¡SILENCIO! —el mister estaba serio, más que la vez anterior; Gavi sabía lo que significaba esa cara, Pedri no del todo y no necesitaba saberlo para entender que no debió abrir su boca para decir tales palabritas. —Es que les encanta pelear ¡por dios!, creí que había sido suficientemente con dejarlos encerrados aquí pero ya veo que no,
¿ustedes creen que no nos enteramos de lo qué pasa allá fuera? —la pregunta resonó en la cabeza de ambos jóvenes, ¿lo hacían? si es así, están todos muertos... —¡claro que lo hacemos! y con esto que hicieron hoy me doy cuenta que dejarlos aquí hasta la cena no va funcionar, tendremos que tomar otras medidas, porque chicos ¡no pueden seguí así! joden al equipo y sobre todo a ustedes —hubo un silencio, el director esperando a que los chicos se dignaran a decir algo, pero nada, aún trataban de procesar la situación —...se van a sus habitaciones ahora, por la tarde volverán y les haré saber su sanción ¿de acuerdo?

Always hate me Where stories live. Discover now