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El cielo empezaba a ponerse cada vez más gris, las nubes parecían a punto de estallar, se venía una fuerte tormenta de la que ningún niño parecía darse cuenta, solo uno escondido bajo las gradas sabía que el agua estaba a nada de caer.

Un pequeño Pedro miraba a los niños jugar con el balón en el campo deseando ser parte de ese grupo pero a la vez huyendo de ellos.

Llevaba ya un buen rato escondido, el venía de su entrenamiento cuando encontró a Pablo y a toda su bolita de amigos y como quería evitarlo a toda costa no le quedó más remedio que meterse bajo las gradas. No quería salir y no lo haría hasta que el sevillano y sus amigos dejaran el campo y así no lo vieran, no quería ser molestado de nuevo.

Pero la lluvia estaba tan cerca, que en cualquier momento tendría que salir de su escondite.

—¿Qué haces aquí?... ¿Te estás escondiendo? Si sabes que va llover ¿no? —la voz de una niña a sus espaldas lo tomó por sorpresa.

—Y a ti que te importa, déjame

—Es por Pablo ¿verdad? —la chica seguía acercándose.

—Vete, seguro que también vas a molestarme, te he visto con el, eres su amiga

—¿Y lo he hecho alguna vez?... no verdad

—No, pero tampoco lo has detenido

—Mmm... ya, deberíamos entrar, si te ve conmigo no te molestará

—¿Y por qué debería de creerte?

—¡Ay por favor! estoy segura que no quieres mojarte y agarrar un resfriados, vamos, de verdad que no te hará nada —la niña le tendió la mano esperando que el canario la aceptara quien la miraba incrédulo.

—Bueno —Pedro tomó su mano y se dejó guiar hasta la entrada de las residencias sin darse cuenta de que Pablo los miraba serio.

—Te lo dije, has llegado sano y salvo —dijo la chica cuando ya se encontraban adentro.

—Ya, lo siento

—No te preocupes... —se espero en silencio a que el canario dijera algo pero el parecía no reaccionar. —...bueno, nos vemos

—¡Espera! —Pedro la detuvo cuando por fin reaccionó y ella ya estaba a unos cuantos metros de distancia. —¿como te llamas?

—Soy Leia, un gusto —de nuevo le tendió la mano.

—Soy Pedro —el chico volvió a tomar su mano mientras le sonreía. —y gracias

—De nada —le devolvió la sonrisa antes de marcharse.

....

—¡Pedro! ¡la pelota!

—Voyy —Pedri salía de debajo de las gradas antes extrañamente conocidas pero ahora acababa de entender porque. El recuerdo había venido a su cabeza de un jalón, fue tan raro, como si hubiera querido esconderlo en lo más profundo de su mente y ahora de la nada salía. —¿Estas gradas siempre han estado?

— Si, si, aquí jugábamos en los ratos libres... ¿por? —Gavi le miraba raro, extrañado por su pregunta.

—No, nada, no las recordaba

—Ya, no nos queda tiempo ya, te lo has acabado tú mientras ibas por el balón, vamos —era lunes, Pedri tenía entrenamiento y el menor le acompañaría como siempre, porque al parecer no tenía nada más importante que hacer.

Always hate me Donde viven las historias. Descúbrelo ahora