Capítulo 12 | Palillos chinos.

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Al salir a la carretera puse música

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Al salir a la carretera puse música. Oírla relajaba mis emociones que luchaba dia a dia por tratar de interpretarlas. Aunque la música clásica era parte de mí, prefería variar entre algunos géneros, me servía de inspiración.

Entonces vi en la carretera a Zephyr que permanecía de pie frente a un auto y disminuí la velocidad para observar el por qué se notaba tan inquieta, cuando me di cuenta de que su mano estaba metida en su bolsillo era obvio que llevaba algo con qué defenderse. Después de todo lo que me atacó no consideraba que fuera una chica despistada en cuanto a los peligros.

¿Me detenía o la dejaba allí creyendo que todo era una malinterpretación?

Me detuve por detrás, miré la guantera porque allí llevaba un bastón retráctil, lo saqué guardándomelo detrás del pantalón. Me bajé del auto y cerré la puerta mirando hacia ellos, una señora de unos cuarenta y tantos hablaba con Zephyr, y adentro del vehículo esperaba un hombre.

Iba a hablarle cuando Zephyr hizo una seña con su mano al costado de su cadera, la cerró en un puño y la abrió con el pulgar adentro, cuatro veces, me miró y sonrió, en ese momento entendí que era la seña de "necesito ayuda"

—¡Oh! ¡Por fin llegaste mi amor! —exclamó y se lanzó a abrazarme tan apretado que sentí su corazón y respiración acelerada.

Fue tan extraño. Raro el que me haya dicho asi porque era una forma de escapar, no tenía sentido.

—Disculpa por tardarme tanto —respondí siguiendo el juego y correspondiendo a su abrazo aunque no con el mismo fervor que ella. Me dio cierta picazón en la garganta agregar—, mi amor.

Me costó demasiado decirlo y Zephyr me soltó carraspeando. Ella recién me había conocido hoy y yo llevaba bastante observándola.

—Espérame en el auto —continué y cuando se subió me acerqué a la señora, le abrí la puerta indicándole que entrara y la señora me miró confundida.

El tipo que seguro era familiar, se bajó al ver mi supuesta amabilidad, me amenazó con un fierro y no lo dejé pensar, ni hablar. Agarré el fierro con las manos una a cada lado haciendo fuerza en su cuello y él intentó contrarrestar la fuerza, me acerqué a su oreja y le dije:

—¿No conoces la historia de la reina negra y sus jinetes? Los niños que se convirtieron en fantasmas de la oscuridad.

El hombre dejó de forcejear al escuchar lo que le dije, porque no entendió lo que quise decirle. Aproveché de apretar el fierro encima y él se quejó. Agregué:

—No querrás saber qué les hacen a los secuestradores como ustedes.

Lo empujé y lancé el fierro lejos, la señora se puso a gritar y yo me regresé a mi auto. Entré y al sentarme de inmediato di marcha para irnos del lugar, estaba tan concentrado en no olvidar el numero de la patente del vehículo y sus rostros, memorizándolos una y otra vez que recién cuando me detuve en el semáforo en rojo miré a Zephyr que estaba en silencio y no dejaba de mover sus piernas por los nervios.

Snowland II El despertarWhere stories live. Discover now