5- La cita-no-cita

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—Luke, ¿me has llevado a una feria de Navidad? —preguntó con un tono que no ocultaba su desdén.

—Exactamente. ¿Te gusta? —respondió él con una sonrisa traviesa.

—No.

—Bien, esa era mi intención. No hay nada más navideño que esto —dijo Luke, extendiendo los brazos como si abrazara todo el espíritu de la temporada.

A pesar de su resistencia inicial, Raquel se dejó llevar por la corriente de gente, observando las paraditas llenas de adornos brillantes, dulces de colores y artesanías que destilaban el espíritu de la época. Luke, por su parte, parecía disfrutar cada segundo, su sonrisa nunca desvaneciéndose mientras absorbía la alegría a su alrededor.

—Venga, te conseguiré un peluche con la escopeta —anunció Luke, dirigiéndose hacia un puesto de tiro al blanco.

Raquel alzó una ceja, escéptica.

—¿Sabes disparar?

—Me sé defender —dijo él con un guiño.

El aire frío de diciembre mordía las mejillas de Raquel mientras caminaban por la entrada de la feria navideña. Las luces parpadeantes de colores, los villancicos que sonaban a lo lejos y el olor a castañas asadas creaban un ambiente que, para muchos, sería acogedor y festivo. Para Raquel, sin embargo, era todo lo contrario.

Con una escopeta de juguete en mano, Luke se concentró en los objetivos. Uno tras otro, los blancos caían, pero no con la suficiente precisión para el gran premio. Al final, el encargado del juego le entregó un pequeño llavero con la figura de un gato.

—No está mal, cowboy —comentó Raquel, tomando el llavero y examinándolo—. Pero creo que puedo hacerlo mejor.

—¿Ah, sí? —Luke cruzó los brazos, una sonrisa juguetona en su rostro—. Demuéstralo.

Raquel pagó por la siguiente ronda y tomó la escopeta. Con una calma que contrastaba con el ambiente festivo, apuntó y disparó. El sonido de los impactos se sucedía con cada tiro preciso que Raquel efectuaba, y al final, todos los objetivos estaban en el suelo.

—Impresionante —admitió Luke, mientras el encargado le entregaba a Raquel un peluche gigante—. No sabía que tenía una amiga francotiradora.

—Yo de ti iría con cuidado con tus ronquidos cuando te quedas a dormir en mi apartamento. O cuando me robas la galletita que acompaña al café en Shandance. Tal vez algún día me veas con una pistola apuntandote directamente.

—-Nunca harías eso, me quieres demasiado.

—-¿Cómo sabes qu eno quiero más a las galletitas qu a ti?

—-Me encanta lo desinteresada que eres.

Luke sonrió y negó con la cabeza. Observó el llavero de gato en su mano y luego lo extendió hacia Raquel.

—Para ti —dijo—. Sé que los gatos son tus favoritos.

Raquel tomó el llavero, sus dedos rozando brevemente los de Luke.

—Gracias —murmuró.

Raquel, con el peluche bajo el brazo y el llavero de gato en su bolsillo, siguió a Luke a través del enjambre de gente. A pesar de su resistencia inicial, no podía negar el encanto que destilaba el ambiente.

—Mira eso —dijo Luke, señalando un puesto de gorros de Santa Claus—. ¿No te parece que necesitas uno?

Raquel rodó los ojos.

—Por favor, no empieces.

Pero Luke ya estaba probándose uno, con una barba blanca de felpa que le colgaba hasta el pecho. Se giró hacia Raquel con una sonrisa traviesa.

Fingiendo un amor de NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora