6- La crisis

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Raquel estaba desesperada. Delante de su ordenador, estaba la única cosa que le producía terror a la inspiración: una hoja en blanco de documento word. Se sentía como si estuviera en medio de un desierto creativo, y su oasis era una hoja de Word en blanco, se burlaba de su ausencia de creatividad. La nueva campaña publicitaria era un monstruo que se negaba a tomar forma, y el concurso de Navidad era un futuro problema que prefería ignorar. La presión del plazo del viernes que se acercaba era una sombra que se cernía sobre ella, amenazante y oscura.

Con un suspiro que sonaba más a un gruñido, Raquel se levantó de su silla, sus ojos cansados de tanto mirar la pantalla.

—-Esto es ridículo —-murmuró para sí misma—. ¿Desde cuándo me cuesta tanto encontrar una idea decente?

Caminó hacia el baño, esperando que el agua fría pudiera despertar algo de su cerebro adormecido. Pero antes de que pudiera alcanzar el santuario de los azulejos blancos, una voz alegre y otra voz, demasiado familiar, la detuvieron en seco.

Charlotte, la reina de la oficina y su rival en todo lo relacionado con la creatividad, estaba inclinada sobre el escritorio de Mike, riendo de una manera que Raquel encontraba excesivamente teatral. Al notar la presencia de Raquel, Charlotte le lanzó una mirada que podría haber congelado el café en la taza de cualquier persona.

—-Vaya, vaya, si es la gran Raquel Gómez —-dijo, con un tono que destilaba falsa dulzura—-. ¿Cómo va ese proyecto? ¿Ya has superado la fase de la página en blanco?

Raquel rodó los ojos, sintiendo cómo la irritación le picaba en la punta de la lengua. Giró sobre sus talones para enfrentarse a su archienemiga con una sonrisa maliciosa que no presagiaba nada bueno.

—-Mejor que tu última campaña, eso seguro.

Charlotte frunció el ceño.

—-¿De qué estás hablando

—-Oh, vamos, Charlotte. Todos recordamos el desastre de esa campaña de perfume que dirigiste. ¿Qué era el eslogan? "Aroma a deseo", ¿no? Más bien olía a desesperación."

La cara de Charlotte se tiñó de rojo, una clara señal de que Raquel había dado en el clavo.

—-Eso fue una decisión del cliente, no mía.

—-Claro, echa la culpa al cliente. Al menos yo nunca he tenido que lidiar con una retirada de producto.

Charlotte abrió la boca para responder, pero Raquel no le dio la oportunidad.

—-Y hablando de campañas desastrosas, ¿recuerdas mi anuncio de pasta de dientes? "Sonrisas brillantes para gente brillante". Sí, fue cursi, pero al menos no tuvimos que retirarlo del mercado después de que la gente se quejara de que el perfume causaba dolor de cabeza y casi denunciaran a nuestra empresa por publicidad engañosa.

—-Eso fue un problema de producción —-murmuró débilmente.

—-Un problema que empezó con una mala idea.

Mike intentó una sonrisa conciliadora.

—-Chicas, por favor, ¿no podemos tener un día tranquilo?

Raquel le dirigió una mirada avaluativa. Ese día, Mike había elegido una camiseta de cuadros que aún resaltaba más su apariencia joven.

Mike Jones no era el típico galán de revista, de esos que acaparan miradas con solo entrar a una habitación, pero había algo en él que atraía una segunda ojeada. No era guapo en el sentido convencional, pero había una dulzura en su rostro, una especie de candidez en su sonrisa que lo hacía... mono, adorable incluso. Era el tipo de chico que, sin saber cómo, te hacía sentir en casa.

Fingiendo un amor de NavidadWhere stories live. Discover now