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¿Cómo había sucedido esto?

Kara no lo entendía.

Era el fin de semana del 4 de julio y se había alejado de Lena hacía casi tres semanas. No es que eso hubiera impedido que Lena enviara mensajes, porque no fue así. Es cierto, los mensajes se habían vuelto menos frecuentes: una habilidad que Kara había perfeccionado a lo largo de los años era ignorar a alguien que la había lastimado, pregúntale a cualquiera de sus ex... o a Sara.

En los primeros días recibía al menos uno am día. Al principio, todos eran de disculpa. Lena lamentaba no haberle dicho en el momento en que se dio cuenta de dónde trabajaba, lamentó haber sugerido la regla de no hablar sobre el trabajo en primer lugar, también le preguntaba si podrían hablar, le decia que la extrañaba, etc., etc., etc. Después de la primera semana, los mensajes comenzaron a disminuir. Kara estaba bastante segura de que Lena no sería lo suficientemente atrevida como para aparecer en Sweet Snow, pero los mensajes seguían llegando, y ahora eran en su mayoría fotos y actualizaciones sobre el cachorro. Sprinkles, lo había llamado, y Kara pensó que era el nombre más estúpido posible... y también el más lindo.

Hablando de mensajes, su teléfono sonó mientras mezclaba sabores y suspiró. A veces no miraba durante horas y otras veces miraba de inmediato, sólo para terminarlo de una vez. Este era uno de esos momentos, así que sacó el teléfono, pero no era Lena. Era Sara.

Nos vemos en la colina a las 8.

Otro suspiro. Kara suspiraba mucho estos días, ya que todo parecía quitarle energía. Esta noche se reuniría con Sara, Ava para ver los fuegos artificiales y pero no quería ir. En absoluto. Antes de que tuviera la oportunidad de encontrar algún tipo de excusa, llegó otro mensaje.

No me pongas excusas...

Maldita sea. ¿Por qué Sara tenía que conocerla tan bien? Pero lo había prometido, ese había sido su primer error. Nunca había incumplido una promesa. A Sara no.

—Bien—, le dijo en voz alta al helado y le respondió el mensaje: Estaré allí, luego lo envió y guardó su teléfono en el bolsillo. Sonó de vuelta y  suspiró de nuevo. Probablemente algún lindo emoji de Sara en celebración por haberla intimidado para que fuera a los fuegos artificiales. —Voy por unos veinte minutos y listo—, murmuró mientras abría su pantalla nuevamente.

Pero esta vez no era Sara. Era Lena.

Literalmente Lena. Una foto de ella y  Sprinkles, posiblemente el cachorro más lindo que jamás haya existido. En un primer plano. Los ojos de Lena apuntaron directamente a la cámara. Sprinkles se acurrucaba debajo de su barbilla. Kara sintió tantas cosas diferentes al mirar esa foto. Irritación. Anhelo. Tristeza. Felicidad. Más anhelo.

La puerta trasera se abrió y la sobresaltó tanto que se estremeció y dejó caer el teléfono al suelo.

—Hola—, dijo Alex cuando entró. Cogió el teléfono antes de que Kara pudiera hacerlo y lo miró, porque por supuesto que seso haría —Ella todavía está enviando mensajes, ¿eh?

Kara asintió y tomó el teléfono.

—¿Aún no respondes?

Kara sacudió la cabeza y volvió a concentrarse en el cuenco que tenía delante.

Alex tomó asiento en un taburete cercano. —No tengo mucho tiempo, pero quería venir y ver que estás viviendo y respirando. Mamá y papá están empezando a preguntar eso.

—Sí. Viva y respirando. No hay problema.

—¿Por qué estás trabajando en un día festivo?

Kara levantó un hombro.

ᴛʜᴇ ꜱᴘʀɪɴᴋʟᴇꜱ ᴏɴ ᴍʏ ᴄᴏɴᴇ /SᴜᴘᴇʀCᴏʀᴘ / AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora