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—Woh, no puedo creer que la hayas hecho llorar.

Las palabras que la dueña del centro de masajes de Jefferson Square, le había dicho la noche anterior mientras Lena huía de la reunión de networking se habían quedado grabadas en Kara toda la noche y hasta la mañana. Iba a reunirse con Sara para tomar un café antes de que abriera el salón, y la voz de esa mujet aún resonaba en su cabeza cuando abrió la puerta de Starbucks y fue recibida por el murmullo de la conversación matutina, una banda sonora de música emo que salía de los parlantes del techo y el maravilloso olor del café recién hecho. Encontró a Sara ya en la fila.

—Buenos días—, dijo y se aclaró la garganta irritada, ya que esa eran las primeras palabras que había pronunciado en voz alta desde anoche.

—Hey—, dijo Sara a modo de saludo. Ante la extraña mirada de Kara, explicó. —Charlie estuvo en la reunión de networking anoche. Dijo que hiciste llorar y huir a Lena.

Charlie la bartender.

—No la vi allí.

—Llegó tarde y tuvo que irse temprano—. La fila avanzó un par de pasos. —¿Pero es verdad? ¿La hiciste llorar?— La expresión de Sara era difícil de leer y Kara la conocía bien, por lo que se sentía extraño no poder saber lo que estaba pensando.

Un encogimiento de hombros. —No era mi intención—, dijo, y esa era la verdad. —No me había propuesto ser un imbécil. Pero Sweet Snow necesita ayuda, y pensé que la reunión era un buen lugar para buscarla y entonces ella apareció y…— Sacudió la cabeza. —Creo que ayer fue la última gota para mí. De alguna manera dejé que ella se llevara la peor parte de mis frustraciones—. Se encogió de hombros de nuevo, esforzándose mucho para que todo pareciera indiferente cuando la verdad era que las lágrimas no derramadas en los ojos de Lena la habían apuñalado como pequeños cuchillos, directo a su alma, y ​​no tenía idea de qué hacer con eso.

En lugar de meterse más, preguntando exactamente qué se había dicho, Sara asintió, dijo: —Uhm—, y volvió a avanzar en la fila. Después de un momento, añadió: —Eso no suena propio de ti.

—Lo sé—. Sara no se equivocó. Kara no era una persona que alguna vez intentara activamente lastimar a otra. Claro, ella diría palabras furiosas a espaldas de alguien que la había enojado, pero nunca se lo haría frente a frente porque no le gustaba provocar el dolor de otra persona. No era así. —No estoy orgullosa de ello, ¿sabes?

Sara se volvió para mirarla a los ojos y le pasó una mano por el brazo. —Oh, lo sé. No es que le hayas dicho lo que pensabas lo que me resulta extraño. Es cuánto no fuiste tú. ¿Sabes?

El barista las miró expectante y ellas hicieron sus pedidos: un flat white para Sara y un latte de vainilla para Kara. —Debería disculparme—, dijo, sin dirigir realmente las palabras hacia Sara, solo diciéndolas en voz alta.

—¿Qué?— Avanzaron en la fila para esperar sus bebidas. —¿En serio?

Kara ladeó la cabeza. —Hice llorar a la mujer, Sara. En publico.

Sara no dijo nada durante lo que le pareció mucho tiempo y se limitó a sostener la mirada de Kara. Finalmente, dejó escapar un largo y lento suspiro. —Esta mujer te tiene desconcertada, ¿no? Lo digo en serio, Kara. Siento que estás… pasando por algo.

Kara asimiló eso y estaba dándole vueltas en su cabeza cuando el barista gritó: —¡Cappuccino para Lousey!— Ella encontró los ojos de Sara y articuló "¿Lousey?"

—Oh, Dios mío—, murmuró una mujer al lado de Kara mientras avanzaba. —Es Lucía—. Hizo contacto visual con Kara, puso los ojos en blanco y Kara le sonrió.

ᴛʜᴇ ꜱᴘʀɪɴᴋʟᴇꜱ ᴏɴ ᴍʏ ᴄᴏɴᴇ /SᴜᴘᴇʀCᴏʀᴘ / AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora