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Esa noche en el bar algo se había soltado. Lena podía sentirlo a medida que avanzaban los días hacia la gran inauguración. Eran más ligeras la una con la otra. Mas relajadas. No entendía por qué ni cómo; todo lo que sabía era que le encantaba.

—Prueba esto—. Kara se acercó con una cuchara, como lo hacía tantas veces últimamente.

Lena obedientemente abrió la boca y probó. —Mmm—. Hizo rodar el helado y lo dijo de nuevo, más fuerte. —Mmm. Dios mío, ¿qué es?

—¿Qué saboreas?— Era la pregunta estándar de Kara. Nunca le dijo a Lena cuál era el sabor. Quería saber si era reconocible de alguna manera.

Y Lena había descubierto que disfrutaba de este pequeño ejercicio. —¿Nuez moscada? No, espera. Sí. Nuez moscada. ¿Clavo de olor? No. Algo cálido. ¿Calabaza? Pastel de calabaza. ¿Es pastel de calabaza?— Supo que había acertado cuando el rostro de Kara se iluminó.

—Estoy jugando con algunos sabores de otoño. Sé que es junio, pero el verano siempre pasa rápido y quiero que tengamos un plan para el otoño.

—Me gusta tu forma de pensar—, dijo, y Kara le sonrió por un momento antes de regresar a su espacio de trabajo. —Está delicioso—, la llamó. Y le encantaba la forma en que pensaba Kara. Sabía que era buena en su trabajo, pero ¿honestamente? Había quedado impresionada por lo diligente que era. Qué precisa. Qué creativa. En la mente de Lena, Kara no era diferente a cualquier maestro de cocina que trabajara en nuevas comidas en su cocina. Estaba concentrada y decidida. Gruñia y golpeaba cosas cuando algo no salía con el sabor que esperaba. Era apasionada. Lena no estaba segura de por qué eso la sorprendió, habiendo experimentado a Kara de una manera más... íntima. Su pasión sangraba en cada parte de ella, y era una característica que Lena encontraba fascinante.

Más tarde ese día, Kara apareció nuevamente en su oficina, esta vez con un contenedor. Sin decir una palabra, empujó la laptop de Lena, despejó un espacio frente a ella, dejó el contenedor y lo abrió. Se revelaron una hamburguesa de aspecto glorioso y un enorme montón de papas fritas, sazonadas con romero si su olfato era correcto, y el aroma instantáneamente hizo que su estómago gruñera.

—No te he visto comer nada hoy—, dijo Kara. —No podrás gestionar nuestro negocio con éxito si te desmayas de hambre. Come—. Pasó una mano por el brazo de Lena y se fue, regresando a la cocina.

¿Eso? ¿El toque incidental? Sí, lo hacían ahora.

¿Y había dicho "nuestro negocio"? Lo había hecho, ¿no? Lena podía preguntarse por qué esa frase le reconfortaba el corazón, pero no era necesario. Ya lo sabía.

La alarma de su teléfono sonó, sorprendiéndola. Al cabo de una hora tenía una reunión con un reportero de la televisión local, con la esperanza de obtener alguna cobertura para el día de la gran inauguración. Pero Kara tenía razón. No había comido nada ese día y el olor de la hamburguesa la mantenía atada a su asiento.

Hizo clic en el programa en su computadora y lo repasó mentalmente mientras le daba un mordisco a la hamburguesa, resumiendo las cosas que le quedaban esta semana para preparar su gran inauguración, a apenas una semana de distancia. Una reunión final con la empresa que crea la aplicación de la heladería, que permitiría a las personas realizar pedidos con antelación para una recogida rápida.  Mañana deberían llegar las camisetas y gorros de uniforme para los empleados. Tenía que hacer una entrevista más y entonces tendrían todo el personal.

—No escucho ninguna masticación ahí dentro—. La voz de Kara vino de… alguna parte. Lena miró a su alrededor y sus ojos se posaron en el monitor de seguridad, que mostraba a Kara sentada en una silla frente a la tienda, mirando directamente a una de las cámaras, agitando un dedo y luciendo fingidamente decepcionada. Lena se rió.

ᴛʜᴇ ꜱᴘʀɪɴᴋʟᴇꜱ ᴏɴ ᴍʏ ᴄᴏɴᴇ /SᴜᴘᴇʀCᴏʀᴘ / AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora