Capítulo 32: Sanación de plata

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Capítulo 32:

Sanación de plata

Sanación de plata

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Gerald

—Es una muy mala idea —replico ante los intentos fallidos de Idris por expandir la casa. Desconozco el origen de sus habilidades, asumo que es por el agotamiento. No está en condiciones más que para dormir y recuperar fuerzas, esa mujer perdió todo el color de su piel. Lo único que no se vio afectado es su terquedad. Sigue insistiendo, una y otra vez, la madera no sede, ni un solo centímetro.

Eulis se tapa la cara con ambas manos, ansioso y frustrado por hacer algo que involucre hacerla parar. Cualquier cosa.

La sirena parece estar perdiendo la paciencia, y sus ojos trazan con facilidad una estocada que podría poner al hada suprema en un profundo sueño.

—Eso tampoco está bien —me aseguró de que puedan escucharme.

La sirena golpea una piedra con la punta de su pie. Eulis gruñe.

—Buscaré plantas medicinales, la serpiente puede que las necesite —se aleja.

—No te demores demasiado —dice Dar, mientras inspecciona en detalle las lesiones y heridas de su hermana menor. Suri ha estado muy callada, centrada en mantener una respiración pausa y los ojos bien abiertos. Su máscara de preocupación es reemplaza por tranquilidad al darse cuenta por sí mismo que no es nada grave, ella va a estar bien. La ayuda a despojarse de su carcaj, arco y demás armas.

Cristian mantiene un brazo alrededor de la cintura de Idris, la sigue sosteniendo, pero ha perdido la batalla al intentar llevarla dentro. Ella insiste en que necesitamos un espacio más grande, y no se le discute, hemos estado durmiendo en el suelo desde que estamos aquí, más allá de la incomodidad el frío ha sido lo peor, pero no es el momento remodelaciones.

—Déjala. Se desmayará en cualquier momento —dice Mafer bajito, recostada de mi hombro. Conseguí acomodarla en uno de los troncos alrededor de la pequeña fogata congelada, la temperatura baja tan drásticamente que mantener el fuego en el exterior es muy difícil. Mantiene la pierna lástima estirada. Sé que le duele, y quiero ayudarla, no me deja.

—Tú pareces seguirle los pasos —apenas y logra mantener los ojos abiertos por un par de segundos. El dorado se pierde entre las oscuras pestañas. Podría mirarla por horas, ella es todo lo que necesito.

—No. Nada que ver. Solo estoy descansando los ojos un momento, pero estoy bien... exhausta —sonríe.

Idris se desploma. Cristian hace maromas para no dejarla caer, él también necesita descansar. Eulis descruza los brazos y va en su ayuda, Dar abandona a su hermana en el suelo y lo reemplazan de inmediato.

—Ya está, seguro no despertará por un par de días. Recién la sacamos de la frontera de las tinieblas, como una flor marchita y aun así se enfrascó en que también vendría. No se quiere despegar de su retoñito.

Encantus. Alas de hielo (libro 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora