Capítulo 14 - Gena

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—Annie, cielo, como sigas echando tanta laca, se te van a quedar pegadas hasta las telarañas del gimnasio —protestó Marion entre tos y tos.

—En la época de los años 20 era lo que se llevaba: cardados de infarto, laca por un tubo y mucho maquillaje —respondió ella, mientras seguía inundando mi habitación de ese aroma pastoso que nos hacía toser a todas.

—Joder, nos vas a intoxicar —exclamó Marion, de nuevo.

—Peor, nos va a matar —bromeé, tosiendo y con la garganta reseca.

La rubia nos sacó la lengua a las dos y siguió con su empeño en ahogarnos con la laca.

Era el baile del instituto y el tema elegido eran los 20, esa época que tanto se romantiza en series, libros y películas. Las tres habíamos quedado en mi casa para prepararnos e ir juntas. Bueno, nos llevaría mi madre porque se había ofrecido voluntaria para acudir al evento como cuidadora.

—¿Vas a bailar con Erick esta noche? —quiso saber Marion.

—Cuando dices bailar, ¿te refieres a follar? —respondí.

—Ambas. —Me reí a la vez que me anudaba la cinta verde en la cabeza, a modo de diadema.

—No, lo cierto es que...

—Llevas un tiempo rara, Gen. O más bien, distante —soltó Annie. La miré asombrada por el comentario, pero al ver la expresión de Marion, supe que ella pensaba lo mismo y que ambas lo habían estado hablando.

—¿Hay algo que deba saber? —les pregunté, entonces.

—Bueno, Gen..., apenas vienes ya al Cavern, Erick dice que hace tiempo que tú y él no... ya sabes, que no... —titubeó Annie.

—¿Follamos? ¿Os ha estado llorando porque ya no estoy tan disponible?

—Gena, te conocemos y sabemos que te pasa algo, tía. ¿Es que has conocido a alguien? ¿Es eso? —intervino Marion.

Las miré a ambas sin saber qué decir. No quería mentirles, era mis mejores amigas, pero no podía contarles la verdad. Era demasiado peligroso que alguna se fuese de la lengua y todo nos explotase a Jason y a mí. Y porque tampoco sabía muy bien qué decir, no tenía muy claro que hubiese algo entre los dos.

No volvimos a hablar desde la última vez, cuando metió su cabeza entre mis piernas y me provocó el mayor de los orgasmos. Ese encuentro fue mucho mejor que el del ascensor y me dejó con ganas de avanzar más en nuestros juegos porque... ¡Dios! Si era capaz de hacer que me corriese de esa forma solo con la lengua, tenerlo dentro debía de que ser maravilloso.

Revivía ese momento en mi mente una y otra vez. Cada noche me acariciaba pensando en cómo Jason lamió mi sexo, cómo me penetró con los dedos y cómo los movió en mi interior de tal forma que me hizo ver las estrellas.

—Eh, soñadora —me llamó Marion. Parpadeé, acalorada—. Está claro que a ti te pasa algo, pero no te vamos a presionar para que nos lo digas, Gen. Solo esperamos que no te metas en problemas —dijo. Respondí con una amplia sonrisa.

La puerta de la entrada se abrió y escuché la voz de mi madre de lejos, hablando con alguien. Salí de la habitación para reunirme con ella, seguida por Annie y Marion. Al llegar al salón, me quedé pasmada.

—¡Mamá! Pero, ¿qué te ha pasado? —exclamé al verla con dos muletas y un tobillo vendado.

—Ay, cariño, estás en casa —dijo. Soltó el bolso en el sofá y se preparó para sentarse, pero yo llegué antes y la ayudé—. Gracias, cielo. Ha sido un accidente al ir a recoger mi vestido para tu baile de graduación —nos explicó.

Juego prohibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora