9 | Delusione

8 2 0
                                    

Carmine.

Mis sobrinas son las primeras en recibirnos, corriendo hacia nosotros. Donna es más rápida que Gaia, por eso es la primera a la que levanto del suelo. Tengo cuidado de no apachurrar la carpeta con los documentos que Giorgio me entregó minutos antes, después de una parada en donde mandó a imprimir lo que le envié.

—¡Tío!

—¡Ey, terremoto! —Donna me da un beso en la mejilla izquierda—. ¿Hiciste lo que te dije? ¿Te portaste bien y obedeciste a tu mamá?

—No —manifiesta Gaia con burla, lo que provoca el enojo de su hermanita. La mayor está al lado de Mirra, sosteniendo su mano.

—¡Cállate, mentirosa!

—Ya, ya. Nada de peleas o no las llevaré a la feria el mes que viene. —Ambas hacen silencio, observándome con esos ojos grandes y verdes que heredaron de su madre—. ¿Y bien? ¿Se van a comportar?

Síp —pronuncia Gaia.

—¡Lo prometemos! —exclama Donna cuando la dejo en el suelo.

—Bien, chicas. —Me pongo de cuclillas para quedar a la altura de ambas—. Hablaré con su padre y le preguntaré si las puedo llevar. Ya saben que le gusta que le avisemos con tiempo. Ahora —me enderezo y me despido de las niñas con la mano— vayan a su cuarto.

—¡Ciao, tío! —Donna me besa en la mejilla y se va corriendo adentro.

—Adiós tío. —Me agacho un poco para que también me bese y antes de ir detrás de su hermana, se voltea hacia mi prometida—. Hasta luego, tía Mirra.

—Hasta luego, Gaia.

De camino al interior de la casa, le comento que su padre está aquí y que se irá con él después de que yo hable un asunto con él y Gianni en el despacho. Ella solo asiente, ya no queda nada de la chica nerviosa en el centro comercial.

Me dirijo al despacho de Gianni. En el camino, Ariana me llama, sin embargo la ignoro. Mi celular sigue vibrando con exigencia, pero no tengo tiempo para esto, así que lo apago cuando tengo la puerta en frente. Antes de entrar, toco la puerta algunas veces y cuando me conceden el permiso, ingreso al pequeño cuarto.

—Hola, hermano. —Gianni me habla. Tiene los dedos entrelazados sobre el escritorio, mirándome fijamente desde su silla.

—Señor Carmine —saluda el maldito asesor de LA'Costa—. El Don me dijo que usted quiere hablar con nosotros de un tema que nos concierne a los tres.

—Está en lo correcto, asesor —pronuncio su no merecido título con un deje de sorna.

—¿De qué se trata esto, Carmine? —inquiere mi hermano.

—Esperaba a que preguntaras.

Elevo la carpeta, aproximándome al escritorio. Luego la estampo sobre los papeles que tiene Gianni delante de él y apoyo mis manos sobre la madera. Primero observo la confusión en los ojos de mi hermano y después el desconcierto y la vacilación en la mirada del Consigliere.

Muéstrame tu miedo, Tomazo.

Gianni no duda en tomar los papeles que me entregué y ojearlos con detenimiento. Mientras él lee los papeles, yo me dirijo hacia mi aparentemente no suegro para hacerle un poco de intriga en su cara.

—¿En los registros médicos de tu familia aparecen con el apellido Romano, verdad? —cuestiono. La entonación de mis palabras tiene la intención bastante clara. Él lo sabe, por eso la presión de su mandíbula se marca en su semblante—. Me resultó muy interesante encontrar a Cassandra Romano en los archivos de un psiquiatra privado. ¿Te suena familiar esa identidad?

CARMINE ©Where stories live. Discover now