Capítulo 28

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Isabell

Poso mis manos sobre mi rostro y con mis dedos índices limpio la sangre que salpicó en mis ojos. El dorso de mi mano me lo paso por la frente limpiando bruscamente la sangre que de ahí emana sin reparar en que la herida continúa abierta.

Siento su asquerosa sangre en mi boca por lo que doblo mi cuerpo escupiendo en el suelo árido toda la sangre contaminada que aún se almacena en mi interior. La arcada viene sola y el vómito que le sigue a esta me deja con hilillos de saliva mezclados con sangre que se resbalan por las comisuras de mis labios y se arrastran por mi barbilla.

La conmoción que debería seguirle al acto de acabar con la vida de una persona no aparece y es que con todo lo que me ha pasado en las últimas horas he perdido cierta noción de la realidad dónde el arrepentimiento no tiene cavidad. En estos momentos solo siento la adrenalina correr por mis venas.

Ignoro las múltiples heridas que debe tener mi cuerpo y me concentro en mi siguiente tarea.

Mis manos se aferran al bote y el combustible sale a borbotones de su interior, rodeo a paso lento, pero decidido toda la propiedad dejando caer el volátil líquido y no me basta. Entro nuevamente al lugar responsable de mis próximas pesadillas y bajo por la escalerilla encontrando los cuerpos inertes en el suelo.

Vacío lo que queda de combustible con mucha precisión sobre los cadáveres, ver nuevamente al malnacido que más me jodió provoca otro ataque de ira y me hinco sobre una rodilla para agarrar su grasiento cabello, su repugnante rostro me queda enfrente y con fuerza abro su boca escuchando un leve "crack" al casi desprender su mandíbula, cosa que solo me daría satisfacción si continuara vivo para sentir el dolor que le provocaría eso. Pongo la boca de la botella sobre la suya y le empino el combustible intentando que este entre en su estómago. Lo suelto dejando su cabeza elevada sobre las cadenas que durante tanto tiempo estuvieron adheridas a mi piel cuando el líquido se empieza a desbordar al no caberle más e inmediatamente tomo la cajetilla de fósforos que reside en mi bolsillo, saco uno y lo enciendo.

Veo por leves segundos el fuego resplandecer buscando en mi interior algún rastro de compasión y arrepentimiento, es en vano. En mi interior solo hay sed de venganza.

Lanzo el fósforo adentro de su boca y enseguida una leve llamarada alberga en esta. Me doy la vuelta antes de que su cuerpo explote desde adentro y salgo del lugar.

Vuelvo a encender otro fósforo y lo arrojo sobre el camino de combustible que cree, provocando las llamas que en cuestión de minutos lo consume todo. El fuego se alza vigoroso, el paisaje se adorna de tonalidades naranjas y el viento intenta apaciguar las llamas con su brisa, pero lo que no considera es que el fuego no puede ser detenido, todo intento de detenerlo solo le dará más fuerza para arrasar con todo lo que esté a su paso.

En estos momentos yo soy el fuego, dispuesta a reducir en cenizas todo lo que se interponga en mi camino y arribar con más poder cuando se me intente detener.

18 horas antes

—Estoy segura de que se van a arrepentir por atreverse siquiera a arrancar una hebra de mi cabello —suelto con serenidad, pero mirándolos fijamente a los ojos sin siquiera parpadear.

No pienso permitir que alguien me maltrate y quede impune como para contarlo.

El sujeto de metro ochenta que estuvo conmigo en el auto suelta una carcajada que resuena por todo el lugar y que me da jaqueca. Su burla hacia mis palabras es evidente.

—¿Oíste eso, Pako? Esta estúpida nos va a hacer arrepentirnos por tratarla como se merece, ¿no es una zorra graciosa?

—Graciosa tu micropolla, imbécil —espeto mordaz.

Tiro a ciegas © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora