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CHAPTER 0.04 ❝ Capitolio ❞

Estaba entrando luz gris a través de las cortinas cuando la despiertan unos golpecitos

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Estaba entrando luz gris a través de las cortinas cuando la despiertan unos golpecitos. Oye la voz de Effie Trinket llamándola para que se levante.

– ¡Arriba, arriba, arriba! ¡Va a ser un día muy, muy, muy importante! –

Durante un instante intenta imaginar cómo será el interior de la cabeza de esta mujer. ¿Qué pensamientos llenan las horas en que está despierta? ¿Qué sueños tiene por las noches?.

Se vuelve a poner el traje verde porque no está muy sucio, solo algo arrugado por haberse pasado la noche en el suelo. Recorre con los dedos el círculo que rodea al pequeño sinsajo de oro y piensa en los bosques, en su padre, y en Thomas y Ossian levantándose, teniendo que enfrentarse al día.

A dormido sin deshacer las intrincadas trenzas con las que se peinó para la cosecha; como todavía tienen buen aspecto, se dejo el pelo como está.

Da igual: no podían estar lejos del Capitolio y, cuando llegaran a la ciudad, su estilista decidirá el aspecto que va a tener en las ceremonias de inauguración de esta noche. Solo esperaba que no creyera que la desnudez es el último grito en moda.

Cuando entró en el vagón comedor, Effie Trinket se acerca a ella con una taza de café solo; está murmurando obscenidades entre dientes. Haymitch se está riendo disimuladamente, con la cara hinchada y roja de los abusos del día anterior. Peeta tiene un panecillo en la mano y parece algo avergonzado, y Jeff solo observaba la escena en silencio, e igual que Haymitch completamente rojo.

– ¡Siéntate! ‚Siéntate! – exclama Haymitch, haciendo señas con la mano.

En cuanto lo hace, le sirven una enorme bandeja de comida: huevos, jamón y montañas de patatas fritas. Hay un frutero metido en hielo, para que la fruta se mantenga fresca, y tenía delante una cesta de panecillos que habrían servido para alimentar a toda su familia durante una semana.

También hay un elegante vaso con zumo de naranja; Solo había probado las naranjas una vez, en Año Nuevo, por que su padre compró una como regalo especial.

Una taza de café, su madre adoraba el café, aunque casi nunca podían permitírselo, pero a ella le parecía aguado y amargo. Al lado hay una taza con algo de color marrón intenso que nunca había visto antes.

– Lo llaman chocolate caliente - le dice Peeta – está muy bueno –

Prueba un trago del líquido caliente, dulce y cremoso, y le recorre un escalofrío. Aunque el resto de la comida la llama, no le hace caso hasta que terminó la taza. Después se atiborro de todo lo que pudo, procurando no pasarse con los alimentos más grasos.

Cuando siente que el estómago le va a estallar, se echo hacia atrás y observo a sus compañeros de desayuno. Jeff intentaba disimular el hambre que tenía, probaba de todo un poco y también se atiborraba de comida. Peeta sigue comiendo, troceando los panecillos para mojarlos en el chocolate caliente.

  𝙏𝙝𝙚 𝙂𝙧𝙚𝙖𝙩 𝙒𝙖𝙧 - peeta m.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora