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CHAPTER 0.06 ❝ Terraza y pláticas ❞

El frío aire nocturno hace que la chica se quede sin aliento; el Capitolio brillaba como un campo lleno de luciérnagas

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El frío aire nocturno hace que la chica se quede sin aliento; el Capitolio brillaba como un campo lleno de luciérnagas.

La electricidad del Distrito 12 viene y va; lo habitual es que solo tenían cuántas horas al día. Era normal que por las noches se iluminaran con velas, y solo pueden contar con ella cuándo televisan los juegos. Sin embargo, en él Capitolio nunca había escasez.

Pecta y ella caminaron hasta el borde del tejado, inclinó la cabeza para observar la calle, que está llena de gente. Se oyen los coches, algún grito de vez en cuando y un extraño tintineo metálico. En el Distrito 12 estarían ya todos pensando en acostarse.

– ¿Nos dejan subir aquí? – preguntó ella curiosa – es que no es por nada, pero creo que si un tributo desesperado descubriera este lugar, no dudaría en saltar del tejado –

Peeta soltó una risa por la sinceridad de la castaña – Si, yo igual se lo pregunté a Portia, pero no se puede, es un tipo de campo de fuerza que te empuja de regreso al tejado –

– Claro, se preocupan mucho por nuestra seguridad – soltó irónica – ¿tú crees que nos estén observando? –

– Quizá. Ven al jardín – Al otro lado de la cúpula han construido un jardín con lechos de flores y macetas con árboles. De las ramas cuelgan cientos de carillones, que son los culpables del tintineo.

En el jardín, en aquella noche de viento, basta para ahogar la conversación de dos personas que no quieren ser oídas. Peeta mira a Amelie con expectación, mientras ella fingía mirar una flor.

– Un día estábamos cazando en el bosque, escondidos, esperando que apareciese una presa – susurró.

– ¿Tú padre y tú? –

– No, con mi amigo Thomas. De repente, todos los pájaros dejaron de cantar a la vez, todos salvo uno, que parecía estar cantando una advertencia. Entonces la vimos. Estoy segura de que era la misma chica. Un chico iba con ella, y los dos llevaban la ropa hecha jirones. Tenían ojeras por la falta de sueño y corrían como si sus vidas dependieran de ello –

Durante un instante guardó silencio, mientras recuerda cómo los paralizó la imagen de aquella extraña pareja, obviamente de fuera del Distrito 12, huyendo a través del bosque.

Más tarde se preguntaron si los podrían haber ayudado a escapar, y quizá sí, quizá hubiesen podido esconderlos de haberse dado prisa.

Los pillaron por sorpresa, sí, pero eran cazadores, sabían cómo se comportaban los animales en peligro; supieron que la pareja tenía problemas en cuanto los vieron, y se limitaron a mirar.

– El aerodeslizador surgió de la nada – siguió contándole a Peeta – Es decir, el cielo estaba vacío y, un instante después, ya no lo estaba. No hacía ningún ruido, pero ellos lo vieron. Soltaron una red sobre la chica y la subieron a toda prisa, tan deprisa como el ascensor –

  𝙏𝙝𝙚 𝙂𝙧𝙚𝙖𝙩 𝙒𝙖𝙧 - peeta m.Where stories live. Discover now