Para Amelie Beinhofer la suerte nunca está de su lado. En un arrebato de terror se presenta los temibles juegos del hambre.
Dónde Amelie desarrolla sentimientos hacia su mentor.
O
Dónde Peeta termina enamorándose de su tributo, de su chica en llama...
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Horas después, la chica estaba vestida con lo que podía ser el vestido más sensacional o el más mortífero de la ceremonia de inauguración.
Lleva una sencilla malla negra de cuerpo entero que cubre del cuello a los tobillos, con unas botas de cuero brillante y cordones que le llegan hasta las rodillas. Sin embargo, lo que define el traje es la capa que ondea al viento, con franjas naranjas, amarillas y rojas, y el tocado a juego.
Cinna pretende prenderles fuego justo antes de que su carro recorra las calles.
– No es fuego de verdad, por supuesto, solo un fuego sintético que Portia y yo hemos inventado. Estarás completamente a salvo – asegura, pero eso no termina de convercerla.
Apenas lleva maquillaje, solo unos toquecitos de iluminador. Le han cepillado el pelo y se lo han recogido en un peinado.
– Quiero que el público te reconozca cuando estés en la arena –dice Cinna en tono soñador – Amelie, la chica en llamas –
Se le pasa por la cabeza que la conducta tranquila y normal de Cinna puede estar ocultando a un loco de remate.
Sintió un gran alivio al mirar a Jeff, estaba usando un traje que era bastante parecido al de ella. Hacía poco tiempo que había empezado a convivir con el chico, pero a pesar de eso sentía que podía confiar en él. Tal vez solo era su instinto sobreprotector de hermana mayor, o tal vez solo reflejaba a Ossian en aquel chico. Ossian; se preguntaba todos los días como estaba, ¿Thomas estaría junto a él? ¿La señora Everdeen si volvió a la vida cómo le había prometido? ¿Estarían apoyando al niño?
Su estilista, Portia, y el resto de su equipo lo acompañan, y todos están de los nervios por la sensación que van a causar. Todos salvo Cinna, que acepta las felicitaciones como si estuviera algo cansado.
La chica no pudo evitar preguntarse cuál había sido la vestimenta que Peeta uso durante su desfile, era estupido, ni siquiera sabía porque estaba pensando en el rubio.
Los llevan al nivel inferior del Centro de Renovación, que es, básicamente, un establo gigantesco. La ceremonia inaugural va a empezar y están subiendo a las parejas de tributos en unos carros tirados por grupos de cuatro caballos. Los de ellos son negro carbón, unos animales tan bien entrenados que ni siquiera necesitan un jinete que los guíe.
Se encontraron a su mentor más joven, quién les dió una sonrisa a ambos tributos – se ven bien, ¿están listos? –
Jeff inmediatamente negó con su cabeza, se encontraba bastante asustado. Peeta le dió una sonrisa sincera y un apretón en el hombro, intentando reconfortar al tributo más joven.
– Asegúrate de no vomitar Jeff –
– Y si vas a vomitar, intenta no hacerlo sobre mi vestido – bromeó, intentando aligerar el ambiente. Jeff asiente con una pequeña sonrisa, y se dirige hacia Portia, quién lo había llamado.
