Capítulo 7

209 25 1
                                    

El mojarme con la lluvia hace tres días solo hizo que me enfermase y no trabajé por las fiebres altas.

Pese a eso, aquí estoy yo hoy, sentada volviendo a hacer el nudo a mis cordones con Fernanda regañándome y diciéndome que me vaya al departamento.

— Estoy bien —le repito mirándola desde mi altura.

— Estos dos días te los has pasado con fiebre —me recuerda lo que ya sé—. Vete al departamento y descansa. Lo necesitas.

—Por mucho que quiera, no puedo, prefiero ahorrarme problemas con el jefe.

— El jefe se puede ir a la mierda, tu estás enferma.

— No es nada —me defiendo y alguien llama en el mostrador—. Ve a atender.

— No te canses tanto al menos ¿Vale? —dice mientras me da una mirada preocupada.

— Está bien —le doy el gusto y sigo en lo mío.

Ella se va, dejándome a mi anudando los cordones de mi otro zapato antes de levantarme lentamente para ir a terminar de lavar los dichosos platos y vasos sucios.

Las palabras de mis padres siguen dándome vueltas en la cabeza y una presión se instala en mi pecho.

Sacudo ligeramente la cabeza apartando los pensamientos y voy al mostrador para continuar con la otra parte del trabajo.

Veo a Fernanda hablando animadamente con los amigos de Adrien, menos con el, que se mantiene en completo silencio.

Mis ojos se clavan en su figura. Viste una camisa negra lisa que se le aprieta sus bíceps, dejando ver los tatuajes que adornan sus brazos cuando los cruza sobre su pecho y sujeta una chaqueta de cuero.

— Hola, Sarai —me saluda Tiago ¿O es Santiago?

Los saludo a todos con un vago intento de sonrisa y me volteo hacia Fernanda.

— ¿Te ayudo con algo? —le pregunto.

— Me ayudarías mucho si te fueses al departamento a descansar.

Resoplo inevitablemente y yo saco mi móvil para ver la hora.

— ¿Ya terminó tu turno? —pregunta Brandon algo extrañado por las palabras de Fernanda y alzo la vista para verle.

— Para nada. Aún me quedan tres horas.

Guardo nuevamente mi móvil en mi bolsillo, y por la acción, mi codo golpea uno de los vasos cercanos a mi y este cae al suelo.

Me agacho a recoger el vaso y me levanto nuevamente con el en mi mano. Pero me levanto demasiado rápido y el mundo entero se me estremece.

La vista se me nubla y pierdo un poco el equilibrio. Siento unos brazos que me sujetan por los hombros y cierro los ojos con fuerza tratando de que mi vista vuelva a la normalidad. Un leve dolor en las sienes se hace presente.

— ¿Qué te pasa? —la voz de Adrien ataca mis oídos.

— Nada —respondo abriendo los ojos y enlazando su mirada verdosa con la mía.

Tiene el ceño ligeramente fruncido mientras escanea cada facción de mi rostro.

— Estás pálida —dice haciendo que todos se fijen más en mi.

Si no se comportase como un idiota siempre pensaría incluso que esta preocupado. Ilusa.

— No lo había notado, pero tiene razón. Estás pálida, Sarai —se preocupa también Henry.

Dejar de brillar(+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora