Capítulo 17

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Adrien

— ¿Cuándo vendrán? —pregunta Henry.

— La cumpleareña puede llegar tarde —bromea Santigo. Me paso una mano por el cabello, hastiado y tomo la cerveza que me ofrece.

— Adrien, deja de ser tan amargado —Tiago me palmea el hombro—. Diviértete.

— Ya saben que opino —digo.

— ¡Date un respiro, hombre! —me dice esta vez Brandon.

No respondo. Me pego a la boca la cerveza que me dió uno de los mellizos en tanto mis oídos me retumban por el volumen excesivamente elevado de la música.

Tiago fija su vista en la multitud de gente frente a nosotros

— Voy a asaltar la barra a ver que me encuentro. Ahora vuelvo.

Le doy un nuevo trato a la cerveza tratando de ahogar el mal presentimiento que me carcome el estómago. Esto se me va a salir de las manos. Y odio perder el control de la situación.

— ¡Regresé! —grita Tiago por encima de la música sacudiendo una botella en su mano.

— ¿Qué traes allí? —le pregunta su hermano.

— Ni idea, pero el sujeto de la barra dijo que era ginebra.

— ¿Ginebra? ¿Seguro? —pregunta Henry extrañado.

— Ahora te digo —dice Tiago mientras se esfuerza en abrir la botella. Se la lleva a los labios y silba cuando traga—. Si, definitivamente lo es. Y está de puta madre.

— ¿Fuerte?

— Mucho.

— Pues dame eso —Brandon le arrebata la botella.

Misma que pasa por cada uno de nosotros y no es hasta que va a la mitad que la dejamos a un lado por un momento.

— Hola, chicos —nos giramos al reconocer la voz de la amiga de Sarai.

La morena nos saluda eufóricamente con la mano, pero mi vista está fija en su acompañante.

Mi miembro comienza a palpitar cuando detallo el conjunto rojo que trae. Su cuello está expuesto por los tirantes caídos delatan el echo de que no trae jutador y la abertura que tiene en una de sus piernas hace que mi respiración se comience a tornar pesadaeja ver parte de una de sus piernas, torneada y firme.

La boca se me seca y toda la sangre se concentra en mi polla. Un calor me comienza a nublar el juicio cuando reparo en que no soy el único que detalla su belleza, todos los hombres que fijan su vista en ella le regalan miradas lujuriosas y es que me jode comprenderlos.

Sarai Alba es un pecado que cualquiera estaría dispuesto a cometer y se supone que debería desearla como lo hago. El desespero y la necesidad de volver a estar dentro de ella va a hacer que mande todo a la mierda en cualquier momento.

— Hola —le regresan el saludo a su amiga y yo creo que he perdido el habla por culpa de la maldita de su amiga.

— Se ven muy bien —las alagado Santiago.

— Lo sabemos —la morena le sonríe.

— Cambia esa cara, Sarai, es tu cumpleaños —le dice Henry.

— Hay frío fuera y cuando entras el cambio de temperatura es bastante brusco. Estoy adaptándome —explica ella formulando una sonrisa antes de mirarme.

Su boca está adornada con el color rojo me exige que la bese delante de todos esos imbéciles que la ven con morbo y hace que mi mente comience a resucitar el recuerdo de imaginar sus labios abrazando mi glande.

Dejar de brillar(+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora