Capítulo 31

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Despierto, mas no abro los ojos. Me remuevo en la cama todo lo que los brazos que me rodean me permiten ya que pesan muchísimo y me limitan los movimientos. Sin embargo no tengo que voltear porque la esencia que siento detrás y la que está impregnada en las sábanas y en las almohadas me deja clarísimo de quien son estos brazos y en que cama estoy.

Abro los ojos con pesadez y me recibe la luz que se cuela por la ventana ¿Qué hora es?

Adrien se remueve detrás de mí para luego estrecharme más contra su pecho y enterrar su nariz en mi cabello. Su respiración es lenta y serena, nuestras piernas están entrelazadas y está sosteniendo una de mis manos con sus dedos enredados con los míos.

Se siente bien estar así con el, el tenerlo así de cerca, se siente bien. Tal vez es demasiado personal, pero tampoco es que me importe o sobre lo que me voy a quejar.

Igualmente, como puedo, busco liberarme del agarre de sus brazos y el de sus piernas, y cuando lo logro, entierro un momento la cabeza en una almohada.

Aspiro el aroma que se ha quedado en ella y dejo salir un suspiro de cansancio mañanero en el preciso instante en el que Adrien se comienza a remover.

- Sarai -dice sin abrir los ojos, tal vez soñando, tal vez solo está divagando, o tal vez sabe que ahora solo es aire lo que hay entre sus brazos.

¿El soñando conmigo? Eso es... Nuevo.

- Aquí estoy -le susurro, pero comienzo a gatear en reversa por la cama hasta llegar al borde de esta y ponerme de pie.

El piso se siente frío bajo mis pies descalzos y me giro un momento para volver a verlo.

La imagen que tengo frente a mi me hace preguntarme: ¿Qué tan buenos serán los polvos mañaneros?

Ignoro el pensamiento y voy hasta la cocina dispuesta a comer algo. Me encuentro con Casper acostado frente a la puerta principal, y sonrío por la imagen.

Si algo tienen en común el y su dueño, además del mal humor con todo el mundo, aunque en el caso de Casper no puedo decir lo mismo con respecto a mi, es que ambos se ven incluso tiernos cuando duermen.

Sacudo la cabeza ligeramente y sigo caminando hasta llegar a la cocina.

Miro a todos lados y una vez compruebo que tengo a la vista todo para prepararme un café decente para tratar de espabilar del sueño que aún tengo, pongo manos a la obra. No me toma más de unos minutos, y cuando ya está completamente listo me lo sirvo y suspiro complacida cuando doy el primer sorbo de mi obra maestra.

Pego un respingo y casi me tiro el café encima cuando siento unas manos posarse en mi cintura.

- Buenos días -le digo con una ligera sonrisa cuando me volteo.

A pesar de que mantengo la vista fija en sus ojos, no me pasa desapercibido el echo de que esta sin camisa.

Sus manos bajan un poco más hasta llegar a mis caderas y se aferra a ella. Me alza y quedo sentada en la encimera, en todo momento sostengo con mi vida la taza en mis manos.

- Buenos días -saluda de regreso, ignorando mi acusación.

- ¿Quieres? -le acerco la taza a los labios.

Quita una de las manos de la encimera y toma la taza con ella, se la lleva a los labios y le da un sorbo sin dejar de verme

- ¿Sabe bien? -le pregunto curiosa por saber si le gustó.

- Sabe a café.

- No me digas -ruedo los ojos por su sarcasmo.

- Sabe bien, no se que esperas que te diga -dice y tomo nuevamente la taza cuando me la tiende.

Dejar de brillar(+18)Where stories live. Discover now