Llámame por mi nombre | Larry Stylinson

Capítulo 46

''Y si algún día me necesitas...''

¿Qué si dolía? Quizás un poco. Hería la traición, algo agridulce era la resignación. ¿Sufrir? ¿Llorar? ¿Morir? ¿Cuál era la solución a su dolor?

Louis veía lejos mientras sufría su resignación y se preguntaba si alguna vez podría decir que no tenía encima tristeza alguna. 

¿Qué si dolía? Sí; sí que dolía.

Más no mataba el dolor, eso rápido lo entendió.

Conocía bien el sabor de la decepción, el de la desilusión. Por eso de cada comienzo y cada final, de cada paso y de cada cambió que hubo en su vida, dudó.

El problema no era tener un corazón roto, el problema era reparar ese corazón. El problema no era no poder pedir perdón, el problema era obtener ese perdón. El problema no era vivir engañado, el problema era decidir quedarse a vivir en la mentira. El problema no era hacer un desastre, el problema era arreglarlo.

Louis tenía un corazón roto.

Harry quería un perdón.

Jason debía aceptar.

Y Tobias tenía que solucionar.

"Estaré aquí para ti."

•••

Louis comprendió que sufrir y tener un corazón roto no significaba que fuese débil, solo significaba que él sí que había amado de verdad.

Estaba en el medio del balcón de su habitación, sus pies descalzos sentían la madera áspera y fría debajo y sus labios se apretaban para no temblar.

El océano oscuro se extendía en calma frente a él con el sonido de olas suaves rompiendo en la orilla de la playa. Más allá de las olas, todo estaba en silencio. Le acompañaba la enorme luna llena y las estrellas brillantes del cielo nocturno.

La brisa salada y fresca le acariciaba el rostro mientras su mirada permanecía perdida en el horizonte.

Una de sus delgadas manos acariciaba con lentitud su estómago redondo cubierto por aquella tela suave del pijama que usaba mientras su otra mano apretaba la misma tela a la altura de su pecho.

La presión en su garganta dolía, quemaba, ardía...

Y no dejó de hacerlo incluso cuando las lágrimas que contenía con todas sus fuerzas escaparon de sus ojos bajando con lentitud por sus mejillas.

No era la primera vez que su sueño desaparecía y prefería observar el mar para dejar las horas pasar. Tampoco era la primera vez que lloraba, aún cuando se había prometido a sí mismo y a su cachorra dejar de hacerlo.

Y es que... ¿Había alguna manera de evitarlo?

Podía pretender que había dejado de pensar.

Podía pretender que se sentía bien sonreír.

Podía pretender que era feliz.

Pero nada cambiaba el hecho de que su corazón estaba roto.

Nada cambiaba el hecho de que al final del día seguía siendo el chico al que habían engañado y luego olvidado. El chico que había amado con su corazón entero para después ver como simplemente todo caía a pedazos frente a sus ojos. Nada cambiaba el hecho de que sus ilusiones se habían derrumbado.