Capítulo 60

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Harry seguía sintiendo su corazón latir con rapidez. Sus ojos estaban abiertos y se mantenía alerta. No sabía a dónde mirar, por un lado tenía a Lovis deshecho y agotado, somnoliento sobre la camilla y por otro a su pequeña bebé llorando por lo alto, sacudiendo sus piecitos y sus manitas entre los brazos de la doctora.

La impresión de la realidad le mantenía quieto, no acababa de entender todavía que ahora era padre. Que Olive estaba ahí y que Louis realmente había dado a luz ya.

—¿ Te sientes bien? —la joven que antes había estado sujetándolo volvió a aparecer en su campo de visión. Harry parpadeó y entonces cerró suavemente los labios, tragando saliva. Sus oídos todavía pitaban, pero seguía tratando de situarse en su lugar—. ¿Necesitas sentarte un minuto, tomar agua? Es normal que te sientas extraño, los padres primerizos...

Harry quiso gruñir cuando vio como otras manos sujetaban a su pequeña, la doctora se la pasó a una enferma mientras escudriñaba todavía entre las piernas de Louis.

—M-Mi cachorra —logró decir, dando un paso hacia adelante. La joven se mantuvo a su lado.

—Llevaremos a la cachorra a revisarla, limpiarla y vestirla a cuidados especiales ¿quieres acompañarnos? —la doctora ofreció, moviendo algunas pinzas concentrada aún en Louis.

Harry miró en dirección a su niña, que seguía llorando todavía muy fuerte. Sus manos picaron por sostenerla y acunarla contra su pecho, el instinto de protegerla y hacer que dejase de llorar le golpeó demasiado fuerte, dejándole algo fuera de sí. Su mirada volvió a Louis, pues todavía estaba preocupado por él. Pero Louis le veía todavía con ojos cansados, le ofreció una pequeña sonrisa y sujetó su mano.

—V-Ve... —le dijo muy por lo bajo—. Estaré... Aquí. Ve con ella. N-No la dejes sola.

Harry acarició la mano de Louis y luego se llevó su dorso hacia los labios, dejando un pequeño beso. Sus ojos verdes y brillantes volvieron a la doctora.

—¿Él estará bien? —le preguntó.

La joven a su lado asintió para él —. Completamente bien, solo necesita descansar un poco —le dijo—. Ha sido de los partos menos complicados que hemos atendido, lo ha hecho maravilloso.

Harry caminó despacio, todavía viendo a Louis sobre la camilla. Realmente no quería irse, pero su corazón tiraba con fuerza en dirección de su cachorra, quién lloraba desesperadamente en los brazos de la joven enfermera. Todavía la mantenían muy cerca de Louis, cuando llegó hasta ellas, Harry se dio cuenta de por qué. La doctora le ofreció unas pequeñas tijeras tan pronto estuvo delante, sonriéndole.

—Puedes cortar el cordón umbilical si gustas —le dijo.

—¿Le dolerá? —pregunto de inmediato tímidamente, refiriéndose a la cachorra. Sus ojos se quedaron encima de ella, su pancita redonda, su cabello húmedo y sus manos apretadas en puño. Realmente quiso llorar.

La doctora negó—. No, para nada.

Harry, todavía algo fuera de la situación, tomó el instrumento y lo acercó al cordón, cortándolo justo donde la doctora señaló.

—Muy bien, ahora podemos irnos. —ella tomó una pequeña manta quirúrgica y se acercó de nuevo a la enfermera, tomando a la bebé de vuelta en sus manos. La envolvió y luego comenzó a caminar.

Salieron al pasillo y sólo caminaron un par de metros hasta la puerta más próxima, exactamente al lado de la habitación donde estaba Louis. Harry fue detrás de la doctora con el corazón latiéndole con fuerza y sus ojos puestos en su cachorra siguiendo cada movimiento y paso que la mujer daba.

Llámame por mi nombre | Larry StylinsonWhere stories live. Discover now