Capítulo 4 - Compañero

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El sábado amanece nublado. La temporada de lluvias está empezando.

Mis padres nos invitaron a almorzar en su casa. Viven en Las Lomas. Como acostumbran despertarse temprano, me veo obligada a estar lista a las siete de la mañana.

Por obvias razones, Benjamín no irá. Necesito inventar una buena excusa para justificarlo.

Las niñas y yo salimos a las siete con diez minutos. Héctor nos lleva.

Es inevitable que lo inspeccione por el retrovisor.

Lo que Cecilia dijo es real. No se trata de un hombre desagradable. Se viste formal, tiene buen gusto para eso. Suele usar camisas de manga larga para ocultar los tatuajes que tiene. Cuida su peinado y procura siempre estar pulcro... ¡Pero no! Si su padre se enterara de que lo invité a una fiesta "degenerada", se lo contaría a mis padres, y eso sería tan vergonzoso.

Pronto abandono la posibilidad de incluirlo en la alocada invitación de Cecilia.

La propiedad de mis papás es más lujosa que la mía. A mi madre le gusta ser ostentosa.

Encontramos a mi papá armando un rompecabezas de avión y a mi madre cepillando cuidadosa a su gato. Es un persa blanco, peludo y malhumorado que solo la quiere a ella.

Mi hermana Alisha, su esposo y sus tres hijos de once, nueve y siete años ya están ahí.

Todos se encuentran en la sala esperando.

—¿Por qué tardaron? —me pregunta mi padre.

Gruño para mí porque siempre detesté que iniciaran su día casi de madrugada.

La algarabía de mis hijas los hace olvidar sus malestares. Son encimosas con sus abuelos y eso me sirve para distraerlos.

Así, almorzamos tranquilos un buen banquete de cortes de carne.

Después de terminar, los niños se retiran a jugar o a contarse sus cosas, lo que sea que hagan. Los adultos nos quedamos a charlar en la sobremesa.

—Dice Victoria que tú y tu esposo están peleados y que él duerme en la recámara de invitados —dice mi padre sin tapujos—. ¿Se puede saber por qué?

Alisha gira a verme sorprendida.

Es mi única hermana, solo un año menor que yo, pero nunca nos hemos llevado bien. Es una persona perfeccionista, exigente, habla poco con los demás y se la pasa trabajando; a diferencia de mí que soy una "floja".

Para mi desgracia, lo que traté de evitar, se dio muy pronto.

—Benjamín me engañó, papá. —Evito llorar allí—. Fue con una empleada.

A papá lo veo asentir pensativo.

—Estoy enterado de que solicitaste un despido. Hugo me avisó.

—¿Qué más te ha avisado el contador? —Ya sueno a la defensiva—. Cuéntame.

Mi padre pasa saliva y no me mira de frente.

—Solo te informo que no es la primera vez que mi yerno se pasa de listo.

¡No puedo creerlo! Él tenía conocimiento de las trastadas de Benjamín y decidió callar.

—¿Qué sabes? —lo cuestiono molesta.

—Hace unos siete meses tuve que solicitar la baja de la auxiliar del contador porque los vieron... en situaciones comprometedoras.

Incluso me es complicado seguir pronunciando palabra porque me tiembla hasta la lengua.

Detrás de las Puertas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora