Capítulo 9 - Pólvora

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Llega el esperado día. Es increíble que los nervios se vuelvan a apoderar de mí. Si no es la primera vez, ¿Por qué persisten?

Las gemelas se fueron de pijamada con una de sus amigas del colegio. Conozco a sus padres y estoy segura de que las cuidarán. Se pusieron tan contentas de que les dimos permiso. No se imaginan el motivo que nos llevó a hacerlo.

Veo a Benjamín hundido en sus pensamientos horas antes de irnos.

Cuando sale de su habitación, suelto una risotada. Se ve tan gracioso con esa sotana negra.

Yo todavía no me acomodo la parte de la cabeza del hábito. Debajo de toda la tela llevo un coordinado negro de tanga y sostén casi trasparente.

—Te vas a incendiar por pecador —le digo en broma.

—Ni siquiera te sabes completo el Padre Nuestro, de monja no tienes ni el cabello —me rebate, pero en un mismo tono que el mío.

Por primera vez en varias semanas no estamos atacándonos.

Cuando salimos, lo hacemos solo nosotros. Les dejamos el resto de la tarde libre a los empleados.

Benjamín conduce hacia la dirección que Sergio envió.

No queda lejos. Solo demoramos cuarenta minutos en llegar, y eso por culpa del tráfico.

Somos recibidos por un valet.

El exterior de la propiedad cuenta con una piscina, un patio amueblado y un jardín cuidado. Se encuentra iluminada para que de noche resalte entorno.

Una muchacha con vestido negro entallado nos guía a la entrada principal.

La casa cuenta con techos altos, grandes ventanales y lámparas de cristal que a mi gusto son pasadas de moda.

El costo por formar parte del club solo lo conoce Benjamín. Sospecho que la suma es un tanto elevada.

El espacioso vestíbulo da paso a varias áreas comunes, entre ellas una sala de estar principal decorada con muebles grandes y varias obras de arte colgadas. El comedor adyacente es largo, más que el mío. Ese no lo usaremos, por obvias razones. Logro ubicar la biblioteca. Cuento en silencio las puertas del pasillo. Se nota que hay varias habitaciones, listas para nuestra "reunión".

El cuerpo me vibra por lo que viene.

Cruzamos por un espacio destinado para ejercitarse, hasta que llegamos a una sala de entretenimiento que es a la que ingresamos. Hay varios sillones color chocolate distribuidos alrededor. Se nota que los llevaron Mabel y Sergio porque desentona con el estilo antiguo.

Solo se encuentran allí Mabel, Sergio, dos parejas y nosotros.

El "anfitrión" nos pide esperar un poco más.

Los siguientes en entrar son Cecilia y Darío.

Mi amiga optó por un traje de monja de látex. La camisa de Darío es del mismo material. ¿Cómo no se me ocurrió a mí? Por eso no me lo quiso enseñar cuando le pregunté.

Tres parejas más llegan y Sergio le ordena a la señorita que cierre la puerta y se retire.

En total somos ocho. Todos de distintas edades, pero no tan alejados. Rondamos entre los treintas y los cincuentas. Lo que sí tengo claro es que parecen de nuestro mismo círculo, aunque no conozco a ninguno.

Hay música suave y varios inciensos de jazmín prendidos sobre las repisas.

La mayoría nos sentamos en los sillones.

En medio hay una mesa amplia con copas, vasos, hielo y botellas de distintos tipos de bebidas alcohólicas.

Por mi parte, toca empezar la cacería.

Detrás de las Puertas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora