Capítulo 6 - Visita

101 7 1
                                    

Cuando regresamos a casa reviso el reloj. Son más de las cinco de la mañana.

Héctor estaciona el coche para que me baje. Me preocupa que se mantuvo callado durante todo el trayecto.

—De lo que pasó, ni una sola palabra a nadie —le aviso antes de bajarme.

—¿Y qué pasó? —pregunta serio.

Puedo ver su cara por el retrovisor. Ni siquiera se atrevió a sonreír.

Su respuesta me agrada. Odiaría tener que despedirlo si se le ocurre tomarse libertades que no le corresponden. Confío en que se mantendrá al margen.

Bajo descalza.

Mi vestido quedó arrugado y llevo el cabello hecho un desastre. Del maquillaje ni hablamos.

Camino con los tacones en la mano. No sé por qué, las empleadas todavía no llegan.

Atravieso la sala dispuesta a dejarme caer sobre mi cómoda y cálida cama.

Todavía estoy ansiosa por lo sucedido. Me revolotea el cuerpo entero.

—¿De dónde vienes? —escucho decir.

El susto me hace detenerme de golpe. De inmediato giro hacia uno de los sillones.

Ahí está Benjamín, con un vaso de whisky y sin haberse cambiado la ropa del día anterior. Solo tiene la camisa desabotonada de arriba.

En su rostro se logra detectar un deje de tristeza.

Otra en mi lugar sentiría satisfacción, pero a mí me causa pena. ¡Tan estúpida soy! A él no le dio pena ponerme los cuernos. ¡No, no merece mi lástima!

Suelto los zapatos. Doy un par de pasos hacia dónde está.

Es momento de dar la ansiada estocada.

—Vengo... —Paso discreta la saliva y me yergo—. Vengo de acostarme con otro.

Es una poesía cómo a mi querido esposo se le descompone el semblante. De pronto, hasta luce pálido.

—Oh —es lo único que sale de su boca.

Tengo ligeras ganas de llorar, ¡pero no! Es necesario ser fuerte.

Doy un paso más. Quiero que me vea completa, que casi pueda oler la testosterona que el otro dejó en mí.

—¿Cómo se siente? —la pregunta que tanto anhelaba hacerle.

Quiero que le duela, que la lanza se retuerza en la herida, que le arda hasta el cabello al infeliz.

Benjamín le da un trago al whisky. Su vista queda perdida unos segundos.

—Ya te desquitaste —dice sin mirarme—. No esperaba menos de ti.

—¿Quieres saber con quién lo hice o si me gustó? —Por supuesto que no planeo decirle que fue con Héctor, solo se lo pregunto con la intención de seguir lastimándolo.

—No —responde de inmediato. Después se levanta.

Amo ver cómo lucha por parecer despreocupado.

—Voy a bañarme —continúo—. Tú sabes. —Señalo mis pechos—, para quitarme el sudor.

Avanzo triunfante. Él se lo merecía.

Me recuesto aliviada. Siento intensas ganas de dormir. Debo reconocer que Héctor puede jactarse de ser un amante eficiente.

A partir de hoy, haré lo que se me antoje, llevaré a Benjamín al límite, lo desesperaré. Él debe ser quien pida el divorcio, que suplique nuestra separación y así pueda darle mis peticiones, entre ellas, la de dejarme sus acciones y la parte de la casa que le corresponde por ley.

Detrás de las Puertas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora