Capítulo 24 - Dualidad (Primera parte)

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En cuanto me levanto reviso el celular. Tengo sesenta y dos llamadas perdidas de Benjamín y un montón de mensajes que archivo sin leer.

—Tú cuántas tienes —le pregunto a Sergio sobre la cantidad de sus llamadas. Sostiene el teléfono y parece concentrado.

—Catorce —me dice sin quitar la vista del aparato.

Sospecho que está leyendo mensajes de reclamo.

¡Bien! Mabel no es indiferente a la ausencia de su marido.

Pasamos juntos toda la noche. Seguro fue inesperado para ella.

No me arrepiento. A pesar de lo que sucede en nuestras relaciones, esta es la primera vez que disfruto de verdad estar con otro hombre que no sea Benjamín.

El desayuno que pido es el de los huevos benedictinos con salmón ahumado. Sergio prefiere los wafles belgas con frutas frescas. Benjamín va a pagar más de noventa dólares por eso, pero hay que consentir a mi invitado.

—Que lo carguen todo a la cuenta —le indico a la señorita por teléfono.

Sergio y yo nos sentamos en la mesa pequeña que se ubica próxima al gran ventanal. La ciudad revive caótica, como siempre. Afuera la gente anda a prisa para llegar a sus empleos o escuelas. Tan distinto a la calma que todavía disfruto.

Tenemos enfrente dos tazas de café humeantes que sirve el mesero que enviaron.

Él comenta que el café no le encanta, pero de todos modos lo acepta.

Le pido al mesero que se retire una vez que coloca los platos.

La conversación continúa superficial, pero tengo que dejar un punto en claro.

—Hay una cosa que quiero decirte —digo hacia Sergio, aunque no lo encaro.

—¿Qué pasa?

Le doy un sorbo al café, coloco la taza despacio de vuelta sobre la mesa, y clavo los ojos en él.

—No sé por dónde empezar, esto es algo que nunca imaginé discutir con alguien. —Me encojo de hombros—. Para ser honesta, estoy cansada de sentirme burlada.

Sergio inclina la cabeza, curioso sobre hacia dónde voy.

Me pongo más recta.

—¿Qué sucedería si... tomamos el control de todo esto? —refiriéndome a los infieles que tenemos por esposos—. No planeo seguir con el papel de víctima.

Sergio arruga la frente:

—¿Qué significa para ti "tomar el control"?

Para ese punto estoy segura de que mis ojos brillan gracias a la intensidad del momento.

—Hablo de nosotros. Sobre nosotros... siguiendo un camino donde podamos sentirnos poderosos, aunque solo sea por un tiempo. Donde podamos hacerles sentir lo que nosotros sentimos. —Sin que lo busque, mis dientes crujen leve con el final.

—¿Estás sugiriendo...?

—Que seamos amantes —lo interrumpo. Ya veo que con él debo ser explícita—. Solo temporalmente. No como una forma de romance, sino como venganza. Una manera de equilibrar las cosas.

Sergio se reclina en la silla. Es obvio que fue sacudido por la propuesta.

—Eso es... es... —Se concentra en mí—. ¿Estás segura de lo que decís? Eso puede empeorarlo más.

Me da vergüenza que él no aceptara a la primera. Supuse que ni siquiera me cuestionaría. Después de todo, es un mujeriego veterano.

—Lo sé, lo sé que es radical y complicado. Pero, dime, ¿no te sientes, aunque sea un poco, tentado por la idea de darles una lección?

Detrás de las Puertas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora