Capítulo 22 - Complicidad

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—Toma aire —me pide Sergio—. Respira conmigo, ¿vale?

Mantengo los ojos cerrados y empiezo a imitar sus respiraciones profundas.

—Está bien sentirse así —continúa—, pero no dejes que te destruya.

Abro despacio los ojos. Me arden por tanto llorar. Después de un par de minutos ya soy capaz de levantarme y voy directo al asiento del tocador.

Sergio va hacia su buró y me entrega una caja de pañuelos.

Los dedos me tiritan todavía cuando extiendo un papel con el que me cubro la cara.

Por fin caigo en la cuenta de lo vergonzoso que es haberme mostrado así con alguien que conozco poco... creo.

Sergio se mantiene de pie a mi lado.

—¿Qué voy a hacer ahora? —lo cuestiono, perdida en un montón de posibles futuros que dependen del camino que siga. De pronto, me concentro en mi compañero de desgracia—. ¿Qué vamos a hacer los dos?

Él tiene una expresión inescrutable y también parece inmerso en sus pensamientos.

—Lo debemos enfrentar —decide luego de unos segundos.

Exhalo despacio. Pienso: «¿Qué significa enfrentarlo?». Ojalá existiera un manual contra infieles.

—Pero no ahora mismo —hace hincapié—. Se piensa mejor con la cabeza despejada.

Sujeto la punta de sus dedos. Las tiene frías.

—No sé qué habría hecho sin ti —se lo digo como una manera de agradecerle.

Pero sí lo sé. Seguro hubiera armado un escándalo que es probable que alguien grabaría y difundiría en redes sociales como es costumbre ya. A lo mejor a esta hora hasta empezarían a apodarme "LadyCuernuda" o una cosa así. Sería el hazmerreír.

Mientras imagino, no me percato que Sergio se ha puesto en cuclillas.

—Cualquier cosa que necesites, cuenta conmigo —dice con una ligera mueca de preocupación—. Tengo una junta muy importante hoy. Me es imposible cancelarla porque viene un inversionista...

De un tirón me levanto. Caigo en la cuenta de que estoy metida sola con él en su recámara... ¡En la recámara de esa malparida!

—No necesitas explicarme. —Sacudo mis pantalones—. Ve. Yo también tengo que irme de aquí. ¿Me envías las fotos que tomaste?

Noto que él vacila.

—¿Segura?

—Envíamelas, por favor.

Aguardo a recibir cada captura que tomó. Con solo leer una de ellas vuelve a latirme el corazón acelerado.

Me dirijo hacia la puerta, pero pronto descubro que Sergio va detrás de mí.

—¿Puedes manejar? —me cuestiona.

—Sí —le aseguro, aunque nada garantiza que pise de más el acelerador.

Él se queda observándome fijo. Lo veo ladear la cabeza.

—Te seguiré.

Ni siquiera confía en que sea capaz de cuidar de mí misma.

Acepto solo para evitar que se sienta ofendido.

Una vez en mi coche, avanzo con un inesperado guardaespaldas detrás.

La distancia entre las casas es poca y pronto llegamos a mi casa.

Sergio se baja de inmediato y se me acerca.

Detrás de las Puertas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora