Capítulo 6

34 6 0
                                    

(Un mes después)

Golpes se escuchaban, golpe tras golpe, cada vez más y más desesperados, pero yo, yo no reaccionaba a nada. Mi mente estaba nublada, mi corazón cada vez latía más lento, mi respiración era relajada, tranquila, los ruidos a mi alrededor poco a poco desparecían, mis ojos se cerraban, estaba relajado, feliz, alegre, me sentía vivo, mis preocupaciones desparecieron, cada uno de mis pensamientos se iban esfumando al paso del tiempo, mi mente parecía casi en blanco, sentía que podía volar, sentía que estaba levitando. Pero en el fondo de mi cabeza, en lo más fondo, una vocecita, un golpeteo aún continuaban, trataba de ignorarlos pero era casi imposible.

Los golpes y gritos cada vez era más audibles.

TOC, TOC, TOC, TOC, TOC, TOC

Los golpes eran fuertes, rápidos como si la persona de atrás estuviera nerviosa, pero a la vez eran como truenos, chocando una y otra vez contra la fuerte madera, seguía gritando, llamando mi nombre una y otra vez.

NICK, NICK, NICK ABREME POR FAVOR, NICHOLAS..

Eran gritos sueltos, eran soportables, hasta que de un momento a otro, un grito me saco de mi estado, me hizo volver a la realidad, un grito tan desgarrador, profundo y desesperado surco el aire, como un lamento primal que llevaba consigo el peso abrumador de la tristeza. Se mezclaba con un matiz de ira, vibrando con una furia contundente que retumbaba en cada silaba. Este grito, impregnado de desesperación, resonaba como un eco angustiante que se expandía en el espacio, revelando la terrorífica realidad que envolvía a la persona que lo profería. Era un sonido visceral, un lamento que encapsulaba la amargura del miedo, como si la oscuridad misma se hubiera apoderado de su voz, transformándola en un grito que expresaba la agonía de un alma que se debatía entre el dolor y la angustia, entre la furia y la tristeza, en una sinfonía discordante de emociones que llenaba la habitación con un palpable sentido de desolación.

Por fin, en ese preciso momento, mi cuerpo, mi mente y mi alma, volviera a pisar aquella realidad.

Yo, acostado en el piso del cuarto de invitados de Charlie, mi ropa empapada, cientos de pastillas regadas por toda la habitación, el aire circulaba, la cortina se movía de un lado a otro, pequeños rayos de luz entraban, mi cabeza pesaba, trate de pararme.
Aquella persona había parado de intentarlo, solo podía escuchar su respiración.

-Lo siento. -Pronuncie.

-Por favor, solo abre la puerta.-Respondió tranquilo.

Ahora lo recordaba todo.

-Lo siento. -Volví  a pronunciar, mientras poco a poco me arrastraba para abrir la puerta que nos separaba.
Entro rápidamente, sentí su mirada clavada en mi.

-Nick…

Corrió hacia mi, y me abrazo.

-Yo, lo siento, perdóname, fui un idiota, no de vi desconfiar de ti, y mucho menos hacer esto en tu casa, solo que para mi, es mi única salida.  -Lagrimas empezaron a inundar mis cachetes.

-Esta bien, solo, solo no vuelvas a desconfiar de mi. Nunca haría eso.

-Si..

-Y promete que tampoco volverás a hacer esto, drogarte.

-Yo…yo..no se si te pueda prometer esto. -Me soltó.
-Claro que puedes, déjame ayúdate. -Me miro.

-No creo poder salir de esto.

-Claro que puedes, si puede Nick, tu puedes. -Empecé a llorar de nuevo, en sus brazos. No le conteste. No podía hacerlo, yo se en el fondo, que nunca voy a poder salir de esto. Y lo siento tanto.

Todo esto paso por mi celos, no sabia que Harry Greene era el mejor amigo de Charlie, y que ellos dos se trataban de esa manera. Debí preguntar antes, pero no lo hice. O, no todo es mi culpa, Charlie debió decírmelo.
Harry me había dejado un buen golpe en el ojo, Ja. Aunque yo gane la pequeña pelea que surgió por la ola de celos que me invadieron ese día. Y no solo por eso.
No se lo conté a Charlie, pero una horas antes había vuelto a casa por unas cuantas cosas, mi madre no estaba, gracias a Dios, la casa se veía sucia, restos de paquetes con comida por toda la cocina. Papeles tirados, cigarrillos.
Mi cuarto se veía igual a como lo deje, todo revuelto, las pastillas por el piso, vendajes sucios. Metí en mi bolso camisas, zapatos, pantalones, busos y más Hoodies.
Por un momento abrí el cajón donde guardaba aquel cofre, pero me resistí, llevaba más de un mes sin hacerlo, al lado vi otra caja, donde tenia aquellas grabaciones, mierda. Pronto debía hacer las que me faltaba.

Un enojo abrasado se apodero de mi, una ira que ardía como brasas avivadas por años de tratos injustos. Cada recuerdo de su maltrato resonaba como un eco hiriente en mi mente, un constante recordatorio de una conexión materna, en lugar de brindar consuelo, había sido una fuente de dolor. Cada palabra hiriente que salió de su boca parecía haberse incrustado en mi memoria, formando una cadena de momentos desgarradores.

La furia se intensificaba al recordar como sus acciones contribuyeron a los momentos más oscuros de mi vida, alimentando mis adicciones como una llama insaciable. Sentia una mezcla de tristeza y rabia, la tristeza por una infancia y juventud marcadas por su negligencia y la rabia por no poder cambiar el pasado.

Cada instante de mi existencia parecía haber sido moldeado por su influencia destructiva. El enojo se volvía palpable, como una tormenta eléctrica rugiendo dentro de mi. Cada injustica, cada herida, cada lagrima no derramada, todo se unía en un torbellino de resentimiento y desesperación. Este enojo no solo provenía de mis heridas frescas, sino también de las cicatrices profundas que se habían acumulado con el tiempo. Era un fuego ardiente que clamaba por ser liberado, pero también una sombra oscura que nublaba cualquier rastro de afecto filial. Era tristeza de lo que podría haber sido, y la furia por lo que realmente fue, todo entrelazado en una compleja maraña de emociones que parecía imposible de desentrañar.

Me calme un poco.

No podía ser nada, no quería hacer nada.

Sali de allí, y volví a casa. Al entrar me encontré a Charlie, junto a otro chico. Lo había visto algunas veces juntos en la escuela, pero normal, como amigos lejanos.

La furia guardada, cuidadosamente estabilizada en el rincón más oscuro de mi ser, rugió repentinamente a la vida cuando vi a mi novio cerca de otro chico. Una llamada de celos y rabia se encendió, ardiendo más intensamente de lo que nunca había experimentado. Mis manos temblaban, pero la ira era como una marea que no podía contener.

Al verlos juntos, mi mente se convirtió en un torbellino de pensamientos.

¿Cómo se atreve a estar tan cerca de él?, resonaba una y otra vez. Había confiado en el, deposite mi corazón en sus manos, y verlo tan cerca de otro chico desataba una tormenta de inseguridades y resentimiento. Sin pensar, el impulso de canalizar esa furia se manifestó en un golpe directo a su nariz. El sonido de la colisión resonó en mis oídos, pero fue eclipsado pro el pulso rápido de mi corazón y el vórtice de emociones que me envolvían. Por un breve instante, el alivio efímero se mezclo con el remordimiento, pero la rabia se mantuvo dominante.

La respuesta del otro chico no se hizo esperar, un contraataque en forma de un golpe directo a mi ojo. El dolor ardiente se mezclo con el calor de la vergüenza, un recordatorio repentino de las consecuencias de mi explosión.

Mientras el caos se desataba a mi alrededor, mis pensamientos contradictorios competían en ,i mente. ¿Cómo pude perder el control así?, luchaba por encontrar espacio entre los latidos acelerados de mi corazón y las emociones turbulentas. Al mismo tiempo, una voz más oscura susurraba..

‘No debería haber permitido que me hiriera de esa manera’.

Era una tormenta emocional en la que la furia y la confusión se entrelazaban, dejando en su estela un paisaje de consecuencias imprevisibles. En ese momento, la lucha interna entre la razón y la pasión, entre el dolor y el deseo de venganza, era una batalla tumultuosa que amenazaba con desbordarse en cualquier dirección.
Y así fue como ocurrió todo eso.

Bad momentWhere stories live. Discover now