Capítulo 9

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Cuando los paramédicos llegaron, me apartaron suavemente. Observé, impotente, cómo le administraban los primeros auxilios, cómo luchaban por salvarle la vida. El silencio que siguió fue ensordecedor, roto solo por el sonido de la ambulancia llevándose mi mundo entero. Me senté en el suelo frío, tratando se procesar todo lo que acaba de suceder, las lagrimas no paraban de salir, apenas tengo 16 años, esto es mucho para mí. Para Nick.

Ahora estoy solo, me siento débil, siento que voy a vomitar, ya no puedo. No, si puedo. Tengo que ser fuerte por Nick, para mí. Todo va a estar bien, ¿Verdad?

Siempre creí que, a los 16 años, la vida debería estar llena de preocupaciones simples: exámenes, primeros amores, y quizás qué película ver un viernes por la noche. Pero mi realidad se torció de una manera que nunca imaginé. Hoy, mi mundo se detuvo. Al encontrar a
Nick, tirado en su cuarto, inconsciente, una botella vacía a su lado. En un instante, los gritos llenaron la habitación, los míos, llamando su
nombre, suplicando que despertara.

Los días en el hospital se convirtieron en semanas. Cada mañana, me levantaba con un nudo en el estómago, arrastrándome a la escuela, donde no era más que una cáscara vacía. Mis profesores hablaban, pero sus palabras se desvanecían en el aire, inalcanzables. Mis amigos intentaban consolarme, pero sus palabras de ánimo se sentían huecas. Lo único que importaba, lo único que consumía cada pensamiento, era Nick y la silla de hospital que había ocupado como mi nuevo hogar.

Después de la escuela, corría al hospital, ignorando el mundo exterior. Las enfermeras me saludaban con sonrisas tristes, ya familiarizadas con mi presencia constante. Al entrar a su habitación, tomaba su mano, fría y quieta, hablándole de mi día, de las pequeñas cosas, esperando que, en algún lugar, dentro de ese sueño profundo, pudiera oírme. Le prometía futuros, aventuras que aún podríamos tener, suplicando en silencio que luchara para volver a mí.

Las noches eran las más duras. Regresaba a casa para enfrentarme a la mirada preocupada de mis padres, quienes intentaban ofrecer su consuelo, pero ¿cómo explicarles que cada momento lejos de Nick me hacía sentir como si me faltara una parte vital de mi ser? Me encerraba en mi cuarto, mirando las estrellas a través de la ventana, preguntándome si él podría verlas desde su cama de hospital.

El día que entré a su cuarto, buscado algo de Nick que me hiciera sentirlo más cerca, encontré algo que nunca esperé. Bajo la cama, casi oculta en la sombra, yacía una caja polvorienta. Con manos temblorosas, la abrí para descubrir una cámara y tres cartas, cada una marcada: una para mí, para su madre, y una que dice 'El ¿por qué?

La carta dirigida a mí estaba doblada con una precisión que gritaba la urgencia y el cuidado de Nick. Arriba del todo, había una pequeña nota, decía que adentro de la cámara había grabaciones hecha semanas antes. El peso de esa caja en mis manos se sintió como sostener el corazón mismo de Nick, pesado con palabras no dichas y pensamientos inexplorados.

No pude.

No ese día. El mero pensamiento de presionar el "play" y escuchar su voz, sabiendo que eran palabras de despedida, era más de lo que podía soportar.

Así que dejé la caja a un lado, una decisión que me atormentaría durante los siguientes tres días.

Cuando finalmente reuní el valor, mi mundo se detuvo en el primer video. La imagen de Nick llenó mi pantalla, más vulnerable de lo que jamás había permitido que el mundo lo viera.

Explicó su dolor, su sensación de estar irremediablemente perdido en un mar de desesperación. Su voz, aunque firme, estaba teñida de una tristeza profunda que nunca había logrado expresar en palabras. Me rompió verlo así, conocer la magnitud de su sufrimiento en silencio. La imagen de Nick, tan lleno de vida y a la vez tan irremediablemente roto, llenó la pantalla. Habló del maltrato inimaginable por parte de su madre, de cómo las cicatrices de la infancia se habían enredado en su ser hasta ahogarlo en adicciones y un dolor insoportable. Sus palabras, aunque calmadas, estaban cargadas de un peso inmenso, revelando una batalla interior que había luchado en solitario, lejos de los ojos de quienes lo amaban.

Bad momentWhere stories live. Discover now