3. "Hechizo" de Amor

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Entre las ramas, la sinfonía melódica de los pájaros entrelazaba su cántico con los susurros del bosque, donde el suave murmullo de las hojas y otros matices sonoros tejían una armonía que abrazaba a Sanji, dándole una calma momentánea.

Con el mapa desplegado entre sus manos y examinándolo con atención, percibió que cada paso lo aproximaba más a su destino. Llevaba consigo una canasta de mimbre para cosechar frutos, asegurándose de no regresar con las manos vacías y evitar despertar cualquier preocupación en su tripulación.

Avanzó durante unos cinco minutos más hasta divisar una cabaña, de la cual se escapaba humo gris por la chimenea. Aquella era la morada de la bruja que buscaba; finalmente, la halló. Plegó el mapa con cuidado y tocó la puerta de madera, aguardando una respuesta. Poco después, captó el sonido de bienvenida, y él obedeció.

—Hace tiempo que no recibo la visita de un joven tan apuesto —la voz de la anciana era gruesa y rasposa, pero no espantosa—. Adelante, chico, toma asiento.

—Me han comentado que posee el don de curar el mal de amores —escogió no darle vuelta al asunto y ser certero.

—¿Es eso lo que dicen? Aunque no entiendo por qué un joven como tú busca eso. Debes tener a muchas chicas detrás de ti. 

La anciana de hebras cenizas y ojos esmeralda lo inspeccionó con la mirada, deduciendo que aquel chico era un pirata. Si ella aún fuera joven, no dejaría ir a un chico de porte distintivo y elegante, él tenía todo lo que le gustaba; rubio cabello y ojos zafiro.  

—Él es mi capitán, lo amo profundamente —hizo una pausa, evocando la imagen de Luffy en su mente. La anciana lo escuchaba atentamente—. Lamentablemente, él no siente lo mismo que yo.

—Ya veo, así que es un amor no correspondido —la anciana se cruzó de brazos y encendió varias velas aromáticas en la mesa frente a ellos, envolviendo a Sanji en un dulce aroma que relajó sus sentidos—. Escúchame, joven pirata. Es cierto, puedo ayudarte, pero debes ser consciente de todo lo que implica. Todo tiene un precio. ¿Estarías dispuesto a pagarlo?

Las palabras de la anciana le resultaban confusas. ¿Un precio a pagar? ¿Cuál podría ser? No obstante, a Sanji no le importaba ahondar en lo que en ese momento consideró banal. Estaba dispuesto a hacerlo, todo con tal de que Luffy lo amara.

—Acepto el precio.

—Muy bien. —Una vela roja se colocó frente a él—. Vas a pronunciar el nombre de tu amado y decir cuánto lo amas, como si te estuvieras confesando.

—Bien —se mentalizó las palabras correctas e imaginó a Luffy enfrente de él—. Monkey D. Luffy, te amo. Desde el instante en que nuestros caminos se cruzaron, tu sonrisa idiota y tu espíritu de héroe han conquistado mi corazón de una manera en la que no puedo permitirme dejar pasar.

La vela encendida, carmesí ardiente, bailaba con las llamas de fuego creciente. Sanji, en asombro, notó sus mejillas, de rubor pintadas, como rosas rojas. En sus oídos resonaba el latir desbocado, cual melodía, de su corazón enamorado. En el danzar del fuego, una figura surgía, su capitán en llamas… se preguntó si la anciana también lo veía. 

—Ahora bébete esta poción. 

La anciana le entregó un frasco diminuto, contenido en él, líquido carmesí. Sin titubear, Sanji lo bebió de un trago, sintiendo el néctar rojo quemarle como el fuego. Al principio, amargo y ácido, el líquido descendió, como brasas ardientes que su garganta encendió. El sudor perlaba su frente, empezó a sentirse débil y su vista comenzaba a notarse borrosa.

—Resiste —dijo la anciana con voz lejana, acercándose. En sus brazos lo sostuvo, evitando que cayera—. Lo estás haciendo bien.

Pronto la oscuridad lo abrazó y ya no sintió nada más que una inmensa tranquilidad. No quería pensar en nada más. Cayó inconsciente. 

Al abrir los ojos, encontró la mirada inquieta de su tripulación, especialmente la del capitán, quien sostenía una de sus manos, sin intenciones de soltarla. 

—¡Por fin despertaste, Sanji! ¡Me asustaste! —El capitán lo abrazó, Sanji se dejó hacer, recuperándose del dolor de cabeza que sintió, incorporándose y preguntándose por qué había caído inconsciente. 

—Cocinero, no comprendo por qué estabas en la entrada del bosque —Zoro lo escudriñaba con la mirada, su preocupación se ocultaba tras su tono firme—. Cuando te encontré inconsciente te cargué rápidamente. Llegué a tiempo, de lo contrario, podrías haber sido presa de las bestias del bosque.

El cocinero llevó una mano a su cabeza, intentando recordar cómo llegó a perder el conocimiento en aquel lugar peligroso, sin éxito. Soltó un suspiro al sentir una mirada sobre él y, al buscarla, encontró los ojos de una bonita chica de largo cabello negro. Tal vez sabía algo, ya se lo preguntaría después. Por el momento, no quería causarles más problemas a sus amigos.

—No vuelvas a hacernos esto, Sanji —Nami lo regañó, abrazándolo. 

Después de ese suceso, cada quien volvió a sus labores, Zoro vigilaba si algún marino se acercaba y Nami llevó a Ussop para que le dijera que vestimenta típica del lugar le quedaría mejor, dejando a Luffy y Sanji solos.

Sanji se encontraba incómodo, aunque su capitán solía ser alguien que no respetaba el espacio personal, esta vez la situación alcanzaba un extremo inusual.

—¿Estás demasiado callado, Sanji? Me preocupa. ¿Todo está bien? 

Luffy, en un gesto desconcertante, tomó ambas manos de Sanji y las besó suavemente, haciendo que el cocinero se cuestionara si aquello era real o un sueño. La caricia de esos labios provocó una descarga eléctrica en su cuerpo, haciéndolo quedarse inmóvil. Anhelaba más, ya fuera un sueño o la realidad, deseaba sentir el tacto del otro.

—Bésame. —Exigió, presto a aprovechar cada instante de ese “sueño”, pidiendo todos los mimos posibles.

Luffy lo tomó de ambas mejillas para cumplir su deseo. Un dulce beso se extendió por varios minutos, compartiendo la esencia de ambos. Al separarse, quedó un delgado hilo de saliva que pronto se “quebró”, dejando en el aire solamente el sutil vapor emergiendo de ambas bocas.

Luffy lo besó nuevamente, y escuchaba los gemidos de Sanji, ansiosos de más. Al separarse, algo en su interior cobró vida propia. Sanji le ofreció una vista erótica, sus labios brillaban por la saliva compartida, y sus ojos dilatados revelaban la lujuria que los envolvía.

—Luffy, por favor —algunas lágrimas traviesas escaparon de sus ojos y el capitán no dudó en limpiarlas.

—No llores, mi bonito —le habló, dejando besos tiernos en sus sienes—. Dime qué deseas, y lo haré realidad

—Quiero que me hagas el amor… —con esa propuesta, intentó ocultar su rostro, pero las manos cálidas lo detuvieron, forzando un contacto visual—. Te amo, capitán… no sé si pueda aguantar más… quiero que me folles por completo.

—Shishishi, está bien, Sanji —Luffy le acarició la cabeza, colocándose encima—. Pero no sé cómo hacerte sentir bien. Tendrás que guiarme.

Sanji asintió, tomándolo por el cuello y uniendo nuevamente sus labios. En ese pequeño cuarto, ambos exploraron y aprendieron el uno del otro, fusionándose en la intimidad del momento. El cocinero envolvía sus piernas alrededor de la cadera del capitán, invitándolo a avanzar hasta perderse juntos en el éxtasis. 

 

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Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos「 LuSan 」Where stories live. Discover now