Capítulo 5

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Recién que Jackie había comenzado a soñar, el contramaestre del Holandés Errante vio a Jackie en el bote profundamente dormida. La observó un momento y fue a la cabina del capitán. El contramaestre llegó a la cabida azotando la puerta y le dijo al capitán:

―Capitán, hay una muchacha pirata en un bote a un lado del barco, parece estar viva.

El capitán estaba dándole la espalda al contramaestre, hizo una mirada sombría para sí mismo. Se volteó hacia el contramaestre y le dijo:

―Súbanla, le haremos unas cuantas preguntas y veremos si llegará a seguir viviendo.

―Sí, capitán.

El contramaestre salió de la cabina del capitán, le dio la orden a dos de los tripulantes de subir a Jackie al navío. Los dos marinos a los cuales les dio la orden subieron a Jackie a la cubierta.

―Capitán ya subimos a esta persona―gritó el contramaestre desde la cubierta.

El capitán salió de la cabina, caminó hacia Jackie que aún seguía dormida, se paró frente a ella y la miró.

―Contramaestre, póngale cadenas en las muñecas y en los tobillos, no quiero que vaya a saltar del barco para huir―dijo el capitán.

―Sí, capitán―dijo el contramaestre.

El contramaestre hizo una seña con los ojos a uno de los tripulantes para que le colocara las cadenas a Jackie para que no escapara. El marino atendió la orden y lo hizo. Terminándole de colocar las cadenas a Jackie, esta despertó.

―¿En dónde estoy?―preguntó Jackie.

―Estás en el Holandés Errante, pero quiero hacerte una pregunta, ¿cuál es tu propósito aquí?―le preguntó el capitán a Jackie.

―No lo sé, de repente aparecí a bordo de este navío―respondió Jackie volteando a ver su alrededor.

―De todos modos, ¿cuál es tu propósito aquí?

―¿Qué parte de no sé no puede entender?

―Contramaestre, tráigame el látigo, le voy a dar tres azotes.

―Pero capitán, es una mujer―dijo el contramaestre.

―Si no me traes el látigo, el castigo será para ti―dijo el capitán tomando del cuello al contramaestre.

El capitán soltó el cuello del contramaestre. Pasaron unos cinco minutos para que el contramaestre volviera con el látigo, se lo entregó al capitán y dijo:

―Aquí está capitán.

―Quítenle las cadenas de las muñecas por un momento y sujétele el brazo derecho contramaestre, ahí recibirá los azotes―dijo el capitán.

Le quitaron las cadenas de las muñecas a Jackie y el contramaestre le sujetó el brazo derecho.

―Por favor, deme una oportunidad―suplicó Jackie.

Fue demasiado tarde, el capitán dio el primer azote, se oyó un grito ensordecedor de Jackie. El segundo azote fue más fuerte que el anterior, otro grito más fuerte se escuchó. El capitán dio el último azote sin piedad, Jackie soltó lágrimas acompañadas de un grito. El contramaestre soltó a Jackie, cayó al piso tomándose el brazo escurriendo de sangre, volteó a ver al capitán y él le dijo:

―¿Ya sabes cuál es tu propósito aquí?

―No lo diré de todos modos―respondió Jackie―, no tengo ningún propósito.

―Entonces sígueme, iremos a la cabina, pero antes, vuélvanle a poner las cadenas de las muñecas y quítenle la de los pies.

Le quitaron las cadenas a Jackie de los pies y le volvieron a poner la de las manos. El capitán se volteó dándole la espalda a Jackie y se dirigió a la cabina. Jackie se paró del piso y lo siguió. Toda la tripulación la vaía con una cara malvada y sorprendida se puso a pensar que todos los tripulantes del Holandés Errante eran adultos y el capitán era un muchacho de diecisiete o dieciocho años, lo cual, era raro para que fuera capitán.


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Piratas del Caribe: El regreso del Holandés ErranteOnde histórias criam vida. Descubra agora