DESPEDIDA

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Teodoro, con determinación y cuidado, logró encontrar la proporción precisa, una mezcla delicada, creada con la intención de nutrir sin abrumar, una fórmula única que buscaba liberar a las ninfas de las ataduras que las mantenían prisioneras.


Con un recipiente lleno de esta mezcla, Teodoro se acercó a las ninfas con un brillo de anticipación en sus ojos. Les explicó el proceso y les ofreció la oportunidad de evolucionar, de transformarse en algo más allá de las limitaciones impuestas por su encierro ancestral.


Las ninfas, ansiosas por liberarse de las cadenas que las habían mantenido en su letargo, aceptaron la oferta de Teodoro con una mezcla de emoción y aprensión. La mezcla de sangre divina y agua se dispersó lentamente en las aguas del templo, creando un resplandor etéreo que envolvía a las criaturas acuáticas.


A medida que la esencia divina se fusionaba con su ser, las ninfas experimentaron una transformación asombrosa. Sus formas adquirieron una luminiscencia celestial, y sus cantos, antes cargados de melancolía, se elevaron en armonía con una nueva vitalidad. Las cadenas que las ataban al templo se desvanecieron, y las ninfas, ahora liberadas, danzaron con gracia en las aguas que las habían retenido durante tanto tiempo.


Teodoro se acercó a las ninfas, cuyos ojos reflejaban gratitud y una nueva determinación. El joven, les deseó lo mejor en su nueva vida y se preparó para despedirse.


Las ninfas, ahora envueltas en una luminiscencia celestial, tejieron un canto suave que llenó el templo. Bailaron con gracia, creando patrones de luz mientras expresaban su gratitud a Teodoro. En ese momento de conexión más allá de las palabras, las ninfas aumentaron su control sobre el agua circundante, manifestando un dominio recién descubierto sobre el elemento que las rodeaba.


Teodoro, asombrado por la evolución de las ninfas, se dio cuenta de que ahora podían comunicarse con él siempre que estuvieran en el agua. Era un vínculo único, que trascendía las limitaciones físicas.


Con un último vistazo de agradecimiento, las ninfas, ahora liberadas y revitalizadas, se dirigieron hacia el túnel que conectaba el templo con el vasto océano. Atravesaron la entrada submarina con gracia, dejando tras de sí un resplandor en las aguas que marcaba el final de una era de encierro y el comienzo de una nueva vida.


Teodoro, solo en el templo restaurado, observó las ondulantes aguas con un sentimiento de cumplimiento. La curiosidad que lo había guiado a través de esta odisea persistía, listo para llevarlo hacia nuevas y desconocidas travesías en su incesante búsqueda de conocimiento y comprensión. Con el vínculo único con las ninfas y el eco de su canto resonando en el templo, Teodoro se embarcó en la siguiente fase de su viaje, listo para descubrir los misterios que aún aguardaban.

EL HIJO DE MEDUSAOù les histoires vivent. Découvrez maintenant